2

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NIVERSIDAD

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AFAEL

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ANDÍVAR

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ICERRECTORÍA

 

DE

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Y

 P

ROYECCIÓN

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

se esbozaron las ideas para la creación de un proyecto innovador, en muchos 
sentidos. El Centro de Investigación y Acción Social de Centroamérica 
(Ciasca) fue un proyecto que nació en el seno de la Compañía de Jesús 
inspirado inicialmente en el trabajo que desarrollaba el centro L’Action 
Populaire
, que fue creado en 1903 por jesuitas franceses y tenía por objeto 
acercar a la Iglesia al mundo obrero, reafirmando el compromiso social 
del cristiano. Se trataba también de una iniciativa que desarrolló líneas de 
trabajo de investigación que sirvieran de «referentes para la acción» social 
y política. En Guatemala, la creación del Ciasca respondió también a una 
misión de inserción entre los pobres, no solo desde la óptica pastoral, sino 
dándose a la «tarea de investigar las condiciones injustas concretas en las 
que vivían las mayorías trabajadoras del campo y la ciudad»

1

. Ricardo Falla, 

como director del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad 
Rafael Landívar (URL), entre 1970 y 1974, y el equipo de trabajo del Ciasca 
introducían en Guatemala una modalidad de hacer ciencia social, para 
entender las raíces de la reproducción de un sistema socioeconómico que 
confinaba (y sigue confinando) a las grandes mayorías a la exclusión. 

Aunque este equipo se desenvolvió posteriormente fuera del campus de la 
URL, su trabajo dejó una huella que ha impregnado el espíritu académico 
universitario en los últimos años

2

. ¿Para qué investigar, qué nos motiva a 

hacer investigación? Para muchos puede parecer una obviedad, pero no 
lo es tanto si miramos a nuestro alrededor: en Guatemala, la producción 
de conocimiento científico no es prioritaria. Sobre este tema, hemos 
reflexionado poco. Nos hace falta preguntarnos sobre los principios 
epistemológicos que rigen nuestro quehacer en el día a día. La experiencia 
histórica del Ciasca nos enseña que el que no investiga corre el riesgo de 
atenerse, de conformarse con lo que ve a su alrededor.

Por ello, consideramos que los trabajos de Ricardo Falla son condición 
necesaria para entender cómo se ha hecho ciencia social en Guatemala. 
Sabemos lo extremadamente difícil que esta empresa ha sido durante años, 

1

 Juan Hernández Pico, S. J., Otra historia es posible. ¿Dónde está Dios en la globalización? (Guatemala: 

Flacso, 2006), 11.

2

 Al respecto, es justo decir que la corriente investigativa del Ciasca encontró un paredón difícil 

de demoler en las estructuras landivarianas de aquel entonces, a pesar de que esta corriente 

intelectual jesuita se afianzara en otras universidades jesuitas centroamericanas. 

3

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Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

a raíz de las pocas herramientas, de los limitados recursos, de las décadas de 
violencia que estigmatizaron a todo científico social como un «insurgente» 
más. Difícil ha sido también por el enclaustramiento de los círculos 
intelectuales, por la falta de estructuras que impulsen la investigación, por el 
resquebrajamiento de las universidades y por la ola o «tragedia» neoliberal 
que ha reducido a la investigación a un régimen masificado de consultorías 
ad hoc. A pesar de ello, se ha hecho un verdadero esfuerzo por hacer 
ciencias sociales en Guatemala. En ese sentido, los trabajos de Ricardo 
Falla constituyen un referente de la antropología guatemalteca y, en general, 
de las ciencias sociales centroamericanas. Es un referente concebido no 
solo en términos analíticos e interpretativos, sino también en términos del 
«ejercicio» del antropólogo como tal. El valor de su obra radica en ese doble 
aporte: por un lado, la producción de análisis y, por el otro, la evidencia viva 
de cómo «hacer» antropología y ser antropólogo. 

Para las generaciones que se formaron en las ciencias sociales después de 
los años noventa del siglo XX, el primer encuentro con el autor ha sido a 
través de su obra. ¿Cómo se presenta a Ricardo Falla y a su obra? Estamos 
hablando de un hombre que nació en 1932 y que, por lo tanto, ha navegado 
en los mares encrespados y, a ratos, tormentosos de la historia reciente 
de nuestro país. Sus textos son la salida al claro después de las tormentas, 
aunque no haya salido indemne. Ha sido un autor fecundo y continúa 
siéndolo a sus ochenta y cinco años, pues sigue planteándose preguntas y 
sigue intentando construir respuestas.

¿Quién es Ricardo Falla? ¿Quién es este hombre, antropólogo, jesuita, 
de espíritu indómito, reflexivo, excavando el sentido de cada palabra 
que recibe, conectándola a su vez con el sentido más profundo de la 
historia y del contexto? ¿Quién es este hombre que observa, que escribe 
y escucha? ¡Qué fundamental que es la escucha en su investigación! En 
nuestro medio, el nombre de Ricardo Falla evoca muchas cosas: ejemplos 
de análisis etnográficos, luchas campesinas, organización comunitaria, 
guerra interna, análisis de las masacres, compromiso político, desafío 
intelectual sobre el quehacer antropológico, responsabilidad pastoral, 
crítica social y política sobre la realidad guatemalteca, historias de vidas, 
migraciones, y un largo etcétera.