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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
decirlo así, volteando su mirada hacia el movimiento en la Franja, dándo la
espalda a Santa María Cahabón, su punto de referencia histórico.
Todavía había hombres que montaban sus caballos para transportarse
cuando estuve en el municipio, pero se les sentía como recuerdos de una
época pasada. Una época a la que pertenecían los relatos de chicleros
que pasaban meses en campamentos internados en la selva y regresaban
muchas veces con la oreja afectada por la picadura de la llamada «mosca
del chiclero». También de hombres que entraban en la montaña en busca
de árboles de caoba para botar y vender, y que sentían que se trataba
de una lucha entre ellos y el árbol gigante, al que había que observar y
conocerle el lado para hacer los cortes correctos, para evitar así que al caer
una rama se llevara al talador. También pertenecían a esa época los relatos
sobre viajes de varios días de arrieros, con patachos de mulas y piaras de
cerdos por el camino enlodado, para vender en el mercado de Cahabón, y
regresar por el mismo camino con los enseres que aquel mercado proveía
al distante Chahal. Pude plasmar estas antiguas rutas y los cambios que
ahora se daban, auxiliándome de etnomapas dibujados muchas veces con
gran detalle por aquellos conocedores dispuestos a conversar.
Para los q’eqchi’, la FTN en aquellos años representaba la exacerbación de
un proceso que ya experimentaban hacía algún tiempo: la imposibilidad de
aplicar su método de siembra, dado el fin de tierras disponibles. Aprendí
que este método requería de tierra suficiente para rotar el trabajo de parcela
en parcela, año con año. Según recuerdo, ellos solían regresar a una parcela
cada seis o siete años; tiempo durante el cual esta permanecía en descanso.
Me pareció que era por este sistema de rotación que había nombres para
designar diferentes estados de la vegetación en la parcela; por ejemplo,
había guamil y había guatal. La histórica expansión Q’eqchi’ tenía que ver,
entonces, con esta necesidad de tierra disponible para hacer la rotación,
que iba acompañada del método de tumba y roza.
Había tensiones alrededor de la tierra en Chahal. Recuerdo que el Instituto
Nacional de Transformación Agraria (INTA) había constituido un
parcelamiento en el municipio, justo al lado de la carretera. Las parcelas en
su mayoría habían sido entregadas a gente de Rabinal. Al conversar con los
rabinaleros, me contaron historias difíciles relacionadas con la falta de agua
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C
LARA
A
RENAS
B
IANCHI
E
N
BUSCA
DEL
PECECITO
DE
COLORES
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
en las tierras de donde eran originarios, de sequías extendidas que hacían
imposible la vida. Por eso, se encontraban agradecidos y contentos de haber
podido llegar a la FTN y tener una tierra que, estaban seguros, era muy buena.
No cabía duda que agua sí había en este lugar. Para nosotros, sin embargo,
el tema de la fertilidad de la tierra estaba en duda desde el comienzo mismo
de nuestro proyecto de investigación. La experiencia de los q’eqchi’ indicaba
claramente que, sin espacio para moverse, ir y venir entre parcelas en el curso
de los años, no podían asegurarse suelos fértiles por mucho tiempo.
A ojos de los q’eqchi’ y de otros en Chahal, los de Rabinal no eran buenas
personas. Se les tenía por violentos y por ladrones. No se les quería. No
parecía justo que se les hubiera dado aquellas tierras. Experimenté de cerca
la tensión que se vivía, al llegar a una entrevista concertada días antes con
uno de los líderes del parcelamiento. Me recibió en una pequeña casa de
madera, y comenzó la conversación. En pocos minutos, sin embargo, me
di cuenta que entraban algunos miembros del grupo de parcelarios a la
habitación y que afuera, en los alrededores de la casa, se había reunido
una regular cantidad de hombres con sus herramientas de trabajo,
particularmente machetes. La pregunta era una: ¿Qué hacía yo en aquellos
lugares? Hice las aclaraciones del caso, deje claro que no representaba
los intereses de nadie sobre la tierra y pude concluir la conversación. La
experiencia me sirvió, sin embargo, para confirmar que la apertura de
tierras para el reparto en aquella región generaba incomodidad y sospecha,
tanto entre los recién llegados, como entre los antiguos habitantes.
El método expandido
En la experiencia de la FTN, el método que utilizamos fue en lo
fundamental lo explicado antes: el reconocimiento, el trabajo de campo
según temas y lugares, la escritura. Al ser este un proyecto más complejo
que el desarrollado en Escuintla, tanto por el territorio a cubrir, como
por la diversidad de los proyectos a realizar y su relevancia política,
hubo novedades en algunos aspectos. Uno de ellos fue la importancia de
mantener al equipo en comunicación, en la medida en que esto podía ser
así, en aquel vasto y poco comunicado territorio. Así, por ejemplo, una
vez se había instalado en su lugar de trabajo, cada cual envió un telegrama
indicándolo al coordinador, a través de una felicitación de cumpleaños.