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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
amalgamadas con la teología de la liberación, daban unos diagnósticos
lúcidos que llamaban al compromiso y a la acción transformadora.
Muy agitada podría ser la vida de la Comunidad de la Zona 5 y lo que la
rodeaba, pero también es preciso decir que en medio de todo era un lugar
de soledad acompañada, interiorización que permitía asimilar, sistematizar,
devolver con creatividad el cúmulo de información y de propuestas
que por todos esos caminos llegaban. Esto era parte de la fuerza de la
investigación pegada y comprometida con la gente. Así como era punto
de autoconcientización que se procesaba en medio de ranchos, oratorios,
escuelas o caminatas al aire libre entre pinadas del altiplano guatemalteco
por parte de los más inmersos en el trabajo de las comunidades que,
semanalmente, eran impactados y transformados por el contacto e
interacción con la población.
El trabajo se organizaba sin esquemas preconcebidos, el estilo de Ricardo
Falla era poco dado a rigideces. Por otro lado, respondía a la situación
particular de los integrantes de la comunidad. En el caso de Fernando
Hoyos y mío, teníamos el compromiso de completar los estudios
teológicos en Guatemala, ejercicio que llevamos a cabo con la asesoría
de Ignacio Ellacuría y Juan Hernández Pico, siguiendo básicamente al
maestro Gustavo Gutiérrez y los textos obligados de la II Conferencia del
Episcopado Latinoamericano de Medellín. Simultáneamente, este estudio
era compartido con grupos de agentes de pastoral que se reunían en la
zona 3 cuando todavía no existía el periférico, convocados por un pionero
de la pastoral en colonias marginales, el P. Sebastián Bastiensen, paulino de
origen holandés.
Dónde comenzaba la lección magistral extraída de la biografía y el
aprendizaje que aportaban aquellos agentes de pastoral entregados a su
prójimo, era difícil de marcar. En ese marco escribimos un corto ensayo
titulado La Iglesia de Guatemala, ¿signo de qué? Los días de la semana se
compartían con el trabajo en las comunidades indígenas para lo que nos
preparábamos estudiando el idioma K’iche’, tratando de calar en el rico
sentido y concepción de las palabras básicas protomayas y consejos muy
sencillos para la comprensión de símbolos arraigados en las comunidades
indígenas sobre los ciclos de la vida.
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E
NRIQUE
C
ORRAL
A
LONSO
I
NVESTIGACIÓN
Y
COMPROMISO
SOCIAL
A
FONDO
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
Un elemento dentro de nuestra metodología de ir hacia dentro en las
comunidades era detectar el centro de interés colectivo para cada lugar, paraje,
caserío o aldea. Se trataba de ubicar bien el tema generador que describe
Paulo Freire sobre la «alfabetización liberadora»; podía ser un artículo de la
constitución, un puente roto en el invierno, el precio de la papa en crisis, la
imagen de una mujer tejiendo, un cortador de caña, una frase del evangelio,
seguido de un análisis crítico, alegre y participativo de la situación codificada.
Estas discusiones eran como una ventana de luz sobre situaciones que desde
niños se las heredaron como fatales y casi un designio inamovible de los
dioses. Este era un primer momento de liberación. En la medida que íbamos
avanzando en el estudio e investigación, que podía durar largos períodos, se
avanzaba en colocar esta problemática local en problema nacional, incluso
regional centroamericana. Se trataba de remover interpretaciones fatalistas
inmovilizadoras, con una visión crítica esperanzadora.
Figura 1. Grupo de jesuitas reunidos en Cefas
De izquierda a derecha siguiendo el círculo: Napoleón Alvarado, Alfonso Tocino,
Juan R. Soriano, Ricardo Bendaña, Ricardo Falla, Juan Hernández Pico, Fernando Hoyos,
Enrique Corral, César Jerez.
Colección privada. Cristina Falla de Echeverría.
Fotografía de Ian Bilbao, 1972.