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Revista Eutopía, año 2, núm. 4, julio-diciembre de 2017, pp. 97-138, ISSN 2617-037X
custodian durante el día de pago, de los capataces que llaman a la policía
y al ejército o, como en su vivencia de Santa Rosa, las cacerías de jóvenes
para obligarlos a prestar servicio militar en los pueblos. El punto de partida
es el enfrentamiento entre esta formación jerárquica, racista, apropiadora
de renta y las comunidades que sobreviven, persisten e incluso luchan
como jornaleras. El Ejército como forma estatal, en particularidades como
la guatemalteca o la salvadoreña, surge de las condiciones conflictivas y
violentas de la producción finquera.
Cuatro, la narración de Boc ofrece un flujo vivencial que puede nutrir una
comprensión de los orígenes de la guerra en el país. Ahora bien, en el mismo
sentido, la ciencia social como tarea y tenacidad crítica puede aportar en
la vinculación de los extremos no mediados desde lo que constituye una
de sus principales fortalezas: la capacidad de conexión de las relaciones
entre particularidad y totalidad. En este trabajo se han acompañado los
motivos del alzamiento con el desarrollo de los distintos momentos del
conflicto entre 1974 y 1978 y, finalmente, el desatamiento de la guerra
en 1980. La gran deuda de las ciencias sociales en este país es una visión
explicativa de la guerra, de la rebelión social, sus expresiones, como de
una reconstrucción de las campañas militares entre 1980 y 1984. El legado
de la constelación histórica del armisticio de 1996 fue la neutralización y
la ahistoricidad del relato jurídico, en el fondo, subordinante del análisis
sociológico. No es cuestión solamente de voluntad, los testimonios y
libros como los de Boc llevan menos de una década de salir a la luz, en un
momento donde la memoria de la lucha está volviéndose a asumir. Esto
posibilita engarzar de manera dialéctica la variedad de la particularidad
con el movimiento de la totalidad.
Claro, la tarea por la historia conlleva tanto un momento acumulativo como
uno de irrupción, semejante al rayo intuitivo. La cuestión de la objetividad
en los testimonios o relatos de la revolución, de la guerra, debe ser
asimismo puesta en práctica dentro de la fragmentación contemporánea de
la voz. El vaivén y la balanza de los discursos ideológicos en un momento
histórico deben ser enfrentados, asumidos, no distanciados bajo la aparente
neutralidad valorativa. Todo conocimiento apunta hacia una praxis, incluso
cuando la niega como principio metodológico. Enfrentar la pregunta por
la objetividad conlleva, como taladro crítico, la cuestión de la subjetividad.