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la

 

memoria

 

revolucionaria

 

indígena

1974-1981

S

ergio

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Revista Eutopía, año 2, núm. 4, julio-diciembre de 2017, pp. 97-138, ISSN 2617-037X

no solo como memoria individual sino que la hereda de su padre y de su 
abuelo. Cuando habla de los trabajos estacionales cortando caña, tapiscando 
café, mirando la medición de su producto, no lo hace en términos externos, 
sino él mismo y su familia lo experimentan. Al mismo tiempo, sus padres 
deciden no enseñarle el idioma materno y Boc crece en un mundo indígena 
que se expresa en castellano, propio del campo, lo cual le permite entablar 
conversaciones con jornaleros Mam o albañiles mestizos. Así pues, no solo 
se habla de proletarización económica, sino a su vez de una nueva manera 
de expresarse de los pueblos indígenas desde el castellano, el trabajo y el 
mercado finquero.

Dos, la redacción de Boc gira en torno a recuerdos concretos que se van 
relacionando hasta formar una constelación histórica de experiencias. 
Cuando nos habla del viaje con su padre a una finca a Palín o de regreso a 
Malacatán con su padrino, Boc no parte de una conclusión final, sino de la 
descripción detallada de las vivencias. Así, por ejemplo, nos encontramos 
no solo con la finca de Palín, sino con la enfermedad de su hermano: cómo 
su padre lo cargó, el poco dinero que ganaron en esa gira y su reflexión 
del sufrimiento bajo tales condiciones. Pareciera que se hace presente de 
nuevo como adolescente que observa y relata. Por eso, contrario a una 
seguidilla de relatos de actos heroicos, lo que nos parece una fortaleza en el 
libro de Boc es la descripción pormenorizada de los ambientes, el recuerdo 
de los diálogos entablados y las emociones despertadas en él y los suyos. El 
énfasis por captar lo concreto es lo que a su vez va hilando las posibilidades 
de comprender conjuntos de vivencias humanas, acendradas en lo que se 
comparte como generación. 

Tres, la explicación de la guerra como enfrentamiento entre Ejército 
y Guerrilla es profundizada al describir su génesis en la violencia de las 
relaciones finqueras. Al recordar sus experiencias de niño y adolescente, la 
constante en Boc es la finca: la lucha de su aldea por la tierra, las condiciones 
de enfermedad e insalubridad en el trabajo, la tensión en el día de pago, 
los insultos racistas de capataces y sus familiares ladinos. En los relatos 
de Boc, el país entero parece reproducir en distintas áreas geográficas, 
étnicas y clasistas, la contradicción entre finca y mozos-jornaleros. Pero 
no solo eso, la finca lleva consigo aparejada toda una lógica armada en 
sus espacios internos y externos, sea en las bandas con escopetas que