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Revista Eutopía, año 2, núm. 4, julio-diciembre de 2017, pp. 97-138, ISSN 2617-037X
El contraste con la última despedida es evidente, por lo menos en dos
aspectos. Uno, ahora sale de su casa acompañado de otro alzado Kaqchikel
que lo llama por su nuevo nombre. Ya no será Santiago ni Tabicó, ahora es
Héctor. Su padre parece pasar un momento de confusión y temor: no sabe
quién es el joven ni a quién se le conoce por dicho nombre.
Dos, las lágrimas de su madre no son de recibimiento, de acogida, sino de
despedida y preocupación ante su hijo que se marcha para su preparación
a la guerra. No obstante su hijo confrontó el miedo al punto de regresar
a las fincas de Malacatán no como jornalero, sino como revolucionario,
desde un movimiento que buscará expropiar las tierras para entregarlas
a los «sin-tierra». Boc identifica a su familia como parte también de la
clase trabajadora: sus hermanas domésticas, sus hermanos cortando leña,
él entrenándose para el combate. Visto desde ahora, el segundo semestre
de 1980 representó para muchos indígenas la separación de sus familias
y el alzamiento por la revolución social. Mientras esto sucedía en la aldea
chimalteca, tres meses antes, en los Cuchumatanes de Quiché, dos jóvenes
mujeres del pueblo Ixil se despiden también de su familia y aldea para
empuñar las armas junto al EGP:
Les dijeron que nos íbamos y empezaron a rezar por nosotros y después empezaron
a llorar, porque no saben si nos vamos a morir. Nos despedían. Todos se quedaron
llorando y salimos de la casa a las 9:00 de la noche… [pero] yo me fui sin tristeza,
bien contenta, feliz. No lloré nada
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El testimonio recopilado por Ricardo Falla data de finales de 1983 cuando
aún los recuerdos de la decisión del alzamiento estaban frescos. Lo que nos
revelan las palabras de la mujer Ixil y del joven Kaqchikel es el arrojo de su
decisión y las emociones con las cuales la vivieron. Dicho acontecimiento
histórico motiva en Boc una reflexión en perspectiva:
En ningún otro momento los pueblos oprimidos de Guatemala habían mostrado
tanta valentía o en comparación después de su invasión. Una y otra vez debemos
decir que la lucha fue necesaria, no nos usaron, no nos empujaron, era el momento
de actuar
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Ricardo Falla, Ixcán: El campesino indígena se levanta, 1966-1982 (Guatemala: Editorial Universitaria/
Avancso/URL, 2015), 362.
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Boc Tay, Memorias del Tajumulco, 14.