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Revista Eutopía, año 2, núm. 4, julio-diciembre de 2017, pp. 97-138, ISSN 2617-037X
decisión. Llega finalmente el punto culminante que da título al apartado: la
fecha de la salida de su casa y el primer alejamiento de su familia:
Quedamos en reunirnos por la madrugada del 18 de mayo [1980] en la pila del
pueblo, San Martín Jilotepeque, frente a la iglesia. Van otros compañeros que no
conocen el campamento nos aseguraron en aquel momento. No hubo ofrecimiento
de dinero alguno ni paga. Sobre mi decisión de irme solamente lo compartí con mi
hermano quien no contradijo mi decisión. Salí de la casa a las tres de la mañana.
Al rechinar la puerta para salir corriendo se levantó mi papá y me preguntó: “¡Bueno
vos! ¿y a dónde vas?”. Yo, a diez pasos y caminando le respondí mientras seguía
caminando: “voy con unos amigos a la capital a averiguar de un trabajo”. Solamente
escuché: “¿pero regresás?”. “¡Sííí!”, le contesté, pero no dije qué día ni cuándo. En
la mañana del último contacto asumí el compromiso al cual no fallé
29
.
La última frase es central para entender el entramado construido de la
decisión. Es una reflexión posterior al compromiso asumido. Contrario
a la emotividad narrada en el abrazo de su madre, luego de regresar de
la finca en San Marcos, ahora denota otra actitud donde guarda para sí
la magnitud de su decisión. Por momentos pareciera que reintegra la
experiencia emocional de 1978 en la decisión de su alzamiento de 1980.
Los silencios hablan mucho en este sentido pues la firmeza de su opción
revolucionaria estuvo, hasta ese momento, siempre referida a sus padres y
su tradición de lucha. No obstante, esto es una aparente frialdad desde el
fortalecimiento de su búsqueda personal. Tal es el grado de certidumbre
en su búsqueda que incluso está dispuesto a «guardar en secreto» su
decisión. Por eso, cuando su padre le pregunta a dónde se dirige a media
madrugada, Santiago Boc enfatiza el hecho de «no detenerse» para explicar
o decir adiós. Es un momento de salida y desgarramiento consciente del
seno materno y paterno. Por eso en su memoria repite dos veces la misma
palabra: «caminando le respondí mientras seguía caminando».
La contradicción está en pleno movimiento, por eso el carácter tan vivo
de la escena que Boc expone. Solo un hermano sabe de su decisión de
unirse a la guerrilla: «Él me animó: “ta bueno vos, ahí tratás de cuidarte”,
me dijo. [...] Esa noche me regaló una choca, una moneda de veinticinco
centavos de quetzal, “para que te tomés un agua en el camino”, dijo»
30
. No
es el momento de hablarlo con sus padres pues aún está tierno en el nuevo
29
ibid., 36, cursiva propia.
30
ibid.