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la

 

memoria

 

revolucionaria

 

indígena

1974-1981

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Revista Eutopía, año 2, núm. 4, julio-diciembre de 2017, pp. 97-138, ISSN 2617-037X

El 13 de mayo [1980] me llegó el aviso a través de Jaime, un amigo mío, de una 
reunión con alguien de Orpa. Nos reunimos a las tres de la tarde, dijo: “llegó una 
persona de la capital”. Los intermediarios en esta cita fueron los líderes campesinos 
de la finca La Merced. Los dos con Jaime fuimos a la reunión. Estábamos inquietos 
por saber cuál sería la noticia. Ya antes habíamos tenido reuniones con ellos en las 
que habíamos comentado sobre nuestra condición de campesinos

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La reunión que pormenoriza Boc se da en un bosque situado en los linderos 
de las fincas La Merced y Don Tomás. Es la tercera vez que aparece en su 
relato el bosque, la montaña, como parte integral de la experiencia de los 
rebeldes y perseguidos de las aldeas. Empero, esta vez no es para escapar 
en un momento de debilidad o peligro ante las autoridades y sus esbirros, 
sino para unirse a los rebeldes armados. Muchos jóvenes se impregnan de 
un horizonte y una posibilidad concreta. La plática sigue así:

La persona nos saludó y no tardó en lanzarnos la propuesta, misma que ya había 
sido preparada por medio de las reuniones anteriores entre los muchachos. Dijo 
entonces: “¿quiénes se quieren ir a la montaña?”. “¡Yo!”, dijo Jaime. “¡También 
yo!”, agregué. El compañero empezó a explicar la situación y nos dijo que la 
decisión de ahora era muy importante. Nos compartió su experiencia sobre el 
conocimiento que él tenía del campamento en San Marcos. Yo pregunté sobre los 
requisitos para ingresar, la edad a la que podíamos ingresar y que si pagaban. “Para 
luchar no hay edad, lo pueden hacer todas las personas que así lo deseen. Paga no 
hay, es voluntario”, fue la respuesta

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El punto que remarca Boc es finalmente la invitación concreta del guerrillero 
y su anuencia personal a emprender el camino. Para el militante guerrillero 
el objetivo es motivar la reflexión del tipo de decisión que están tomando. 
De acuerdo a Boc, los jóvenes responden casi en algarabía, sin completa 
claridad de lo que será la vida, estrategia o planes de la organización, una 
vez destacados en el campamento de San Marcos.

Todavía hay una transición en la manera de pensar: ¿recibirá salario por parte 
de la organización?, ¿es su edad, diecisiete años, apta para ser admitido? El 
contacto centra su respuesta en la voluntad: no hay paga y no hay edad para 
la lucha. El empeño del militante es llamar a la revolución si bien no se 
detenga ante situaciones tan importantes como la edad o la madurez en la 

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 ibid.

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 ibid.