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la

 

memoria

 

revolucionaria

 

indígena

1974-1981

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Revista Eutopía, año 2, núm. 4, julio-diciembre de 2017, pp. 97-138, ISSN 2617-037X

más álgido con la dolorosa vivencia en la finca Nuevo Mundo, en el 
municipio de Malacatán, San Marcos: 

Era la época de limpieza del cafetal y nos enteramos que recientemente una 
cuadrilla se había retirado. En el lugar para acampar había vacas y caballos, en 
estos lugares no se reunían las condiciones indicadas para el uso del ser humano. 
Al llegar las personas hacían grupos por afinidad, por familia, por amistad o como 
mejor les conviniera. Cada grupo limpió el lugar y su sector para hacer su fogata. 
El primer día nos picaron las garrapatas. Las cuerdas por tarea eran muy grandes, 
tanto que un día no logramos sacar la tarea, sin embargo lo intentamos el primero y 
el segundo día. Una semana después decidimos abandonar el lugar por el maltrato 
que el caporal nos daba. A pesar de medir solo un metro cincuenta centímetros 
de estatura, el caporal siempre cargaba un arma en la cintura y dentro de sus 
expresiones nos decía: “¡Indios hijos de puta, aquí vienen a trabajar, cabrones!”. 
Ante esto nos retiramos. Dijo mi padrino: “¡Nos vamos, Tabicó!”

17

.

El desprecio como jornaleros se expresa como un insulto racista. Esto nos 
recuerda el insulto del capataz Gálvez y su hermana, en la finca Don Tomás. 
Los golpes propiciados por los policías judiciales a su padre por comunista 
y agrarista, el secuestro de la esposa e hijo del líder campesino Ajú, la 
«agarrada» violenta y abusiva de los comisionados militares en Barberena, 
todas ellas son heridas sociales que escucha como testimonios de dolor 
de su familia y su comunidad. La finca, como productora de café, se basa 
también en la constante repetición de la violencia contra «los indios».

En el caso del capataz de la finca Nuevo Mundo, es el mismo Boc quien 
presenta la experiencia propia de las condiciones inhumanas de trato. Junto 
a su padrino deciden regresar a pie desde San Marcos hasta Chimaltenango. 
Primero bajan de la finca hasta el pueblo de Malacatán, donde pernoctan 
en la calle frente a la iglesia local. Por no contar con dinero deben caminar 
hasta Coatepeque, en Quetzaltenango, para llegar a un pueblo cercano a 
Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla. «En el camino los camiones que 
transportaban caña botaban algunas cañas y nosotros con tanta necesidad 
y sed masticábamos caña mientras caminábamos»

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. Siguiendo la ruta, el 

conductor de un picop les ofrece llevarlos hasta Chimaltenango al escuchar 
su historia. Duermen esta vez debajo de tráileres «entre volcanes de olotes 

17

 ibid., 29.

18

 ibid., 29.