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Dirección de Artes Landívar

Que avance y retroceda, que no pare. 

Regresé a leer un poco sobre la imaginación. El filósofo Casey (1976) 

habla de dos polos, el del control y el de la espontaneidad. Puedo controlar 

algunas imágenes mientras imagino, pero de pronto siempre salta eso que no 

controlamos, que es espontáneo. Como cuando en qi gong deseo imaginar la 

expansión del centro del cuerpo en color amarillo y se niega a ser así. Aparece 

de otro color y muchas veces ni siquiera en mi cuerpo, sino que en la imagen 

de un diagrama del cuerpo.

Estos movimientos son como del mar, pero no son el mar. 

Un día, hablando del mar imaginado, Dulce me recuerda del dibujo de la pipa. 

Magritte (1929), otra vez, como en Debajo de la piel. Y entonces me puse a ver 

sus cuadros, las nubes, las lunitas, los sombreros y las caras tapadas. En esos 

días rápidamente se coló una sección de la obra con movimientos gestuales, 

parcos, mientras que el barquito iba viajando en líneas dibujadas en el espacio. 

A veces parece como que, desde un muelle, alguien viera el barco alejarse. 

Esto no está en el mar.

En los siguientes días necesitaba que trabajáramos en el origen del barquito de 

dobleces, que lo vuelven barco. Y no dobleces de cualquier manera, sino que 

en una secuencia que transforma la hoja. Porque un papel sin los dobleces, 

no flota. Y apareció en esos días la pregunta que me hizo un amigo, ¿cuáles 

serán los dobleces del cuerpo en nosotros? ¿Será esconder algo? ¿Sufrir algo? 

¿Podría ser que los dobleces deshechos quedan como caminos perdidos 

u olvidados? ¿Podría ser que los dobleces son como historias pasadas o 

cicatrices? Lo que es obvio es que los dobleces conectan lugares, se vuelven 

como las articulaciones del cuerpo que conectan a los huesos. 

¿Podría ser que los dobleces, en la vida, al final nos hacen flotar?

Días después me reuní con Renato Osoy, nuestro diseñador de luces. Él me 

dio a conocer sobre la noción del pliegue de Deleuze y sobre el barco de los 

locos de la Edad Media. Alessandra, la diseñadora de vestuario se apasionó 

por los dobleces y escogió los tonos de gris para su diseño.