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Relatos del proceso creativo contemporáneo

enterrados como «XX» durante la época del conflicto interno guatemalteco. 

Se marcaron territorialidades para la muerte, la vida, la esperanza. 

Emocionalidades

Es maravilloso observar que existe un espacio donde el ser humano puede 

darse el permiso de mostrar su vulnerabilidad. Ese es el terreno de la creación 

artística, un espacio protegido, lejano a esas realidades sociales donde la 

coraza de la defensa y la desconfianza frente al otro son la constante.

En ambos grupos pude ver que el amplio espacio de la vulnerabilidad humana 

es tratada con respeto, y es precisamente un territorio de trabajo donde las 

múltiples realidades se moldean, donde se construye la fortaleza del artista. 

Por otra parte, la forma en que los bailarines se relacionan con el dolor y 

el cansancio, son peculiares. Observándoles pude aprender que es posible 

negociar con el dolor. Me impresionó ver sus pies con cicatrices, algunas veces 

con heridas vivas y aún con ello continuar bailando. Al conversar sobre esto 

me dijeron que a veces la sensación maravillosa de un giro, de un vuelo, la 

satisfacción de lograr un movimiento que representa un desafío es más grande 

que el dolor físico. El dolor queda en segundo plano al poner la atención en 

otra esfera. Esto obliga a indagar otras posibilidades de movimiento, a cuidar 

la parte afectada sin que esto implique dejar de bailar. 

El cansancio puede llegar a causar una fuerte sensación de miedo, cuando se 

siente que el cuerpo ya no responde y hay que continuar con la coreografía. 

La respiración toma un papel muy importante, al igual que el diálogo con la 

mente en la que dicho miedo se instala y se piensa que no es posible continuar. 

Es así que el dolor y el cansancio se vuelven compañeros; con ellos se puede 

dialogar, consensuar, negociar.

En el terreno de las emocionalidades y la creación artística, el conflicto se 

hace presente como en cualquier relación humana. Más que tratar de evitarle, 

este es un generador, un motor de la obra; pero también es un desafío de 

trabajar por un objetivo común más allá de las divergencias. 

Durante los meses en que presencié los ensayos y la evolución del proceso 

creativo, se mencionó la necesidad de trabajar con el ego, con el impulso de 

imponerse o la lucha por tener la razón. En este sentido, el grupo de teatro 

expresó que la autoría de la dramaturgia colectiva permitió ir más allá de la 

disputa y la pelea por el reconocimiento individual. A pesar de tener fuertes 

desacuerdos en algunos momentos, fue más importante dar vida a la obra, 

por lo cual se logró salir adelante con un espíritu de mayor fortaleza grupal.