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Relatos del proceso creativo contemporáneo
La lectura del sentido de este mural es de Antonio Morales Nadler en una crónica
publicada en El Imparcial el lunes 21 de septiembre de 1959, titulada: «Suceso
artístico. Relieves de Roberto González Goyri». Para este escritor encargado
de la sección cultural de ese diario, González Goyri logró domesticar una
materia como el cemento. Y expresa refiriéndose al mural: «Es algo concebido
para grabar recuerdos de la estirpe en el ágora y para utilidad de la grey. Pero
aunque su dirección tienda a lo popular, el artista ha conservado la nobleza en
su realización estilística» (Morales, 1959, p. 12). El cronista lee e interpreta la
obra en su diseño original de norte a sur. Con un lenguaje propio de la época,
decodifica las imágenes del primer panel expresando:
Se inicia el relato con dura voz de cemento, por el extremo norte del
relieve. Una mazorca, que parece levitada al cielo, es transportada por
cuatro animales que en el mito maya la condujeron para dar vida al
hombre y garantizar su mantenencia. Esta vigorosa alusión temática
al maíz tiene un sortilegio de fábula esopiana, de día niños en que
los animales –como repite temáticamente González Goyri– tienen
insignia protagonista en el origen del hombre. Horas fabulosas del zoo-
cosmos, cuando los dioses experimentan, insatisfechos, sobre la forma
y funciones de la criatura. El motivo que sigue, es una violenta égola
panteísta: el amor que enciende su arco voltaico entre polos opuestos,
en un escenario virginal. González Goyri realiza el encuentro genésico,
en ese tiempo en que el amor empieza a inventar palabras y besos y le
han titulado Paraíso precolombino. Fácil es seguirle el relato: la vida nace
en el maíz y se perpetúa por el amor, rodeada de la pareja fundamental
de ese zoo-cosmos que celebra el aseguramiento de la especie humana.
Una vez fundada la raza, adviene la cultura. González Goyri ha
logrado un acierto sinóptico para expresarla: una mano, tendida al aire
como una rama, y un caracol –el cero maya– en su centro. No pudo
escoger mejor símbolo. Los mayas inventaron el cero dos mil años
antes que los indostanos. El caracol es el cero, óvulo del infinito, que
desenvuelve sus inagotables dimensiones en las espirales del cálculo.
(Morales-Nadler, 1959, p. 12)
Años después, el poeta Arango
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interpreta este mural, al parecer, en un
documento donde también descifra el mural de Carlos Mérida, también
ubicado en el IGSS. Lamentablemente no se conoce la fecha y lugar de
publicación. En referencia a Nacionalidad guatemalteca expresa:
8 Luis Alfredo Arango, primer Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, trabajó
en la Dirección de Relaciones Públicas del IGSS, en la década de los sesenta, junto a otro
importante artista plástico Ernesto Boesche. Es lógico que Arango se haya conmovido con
una obra de arte que apreciaba diariamente antes y después de las horas de trabajo.