3
Relatos del proceso creativo contemporáneo
En Nueva York, después de unos primeros momentos de desorientación y
desolación, toma consciencia de que hasta entonces su bagaje se limitaba a la
habilidad para copiar, y que la escuela a la que asiste no varía demasiado de
la academia de Guatemala. Así descubre que no tiene las armas para lanzarse
a la creación, a la búsqueda de los modelos que estaban en algún lugar de
su mente, en sus raíces mayas, en su cultura colonial; en fin, en su país y su
realidad. En esa ciudad se une a las nuevas invaluables experiencias de haber
conocido personalmente y recibido el influjo del escultor Jacques Lipchitz,
representante de la Escuela de París. Su amistad le sirvió para resolver dudas
y encontrar el camino que le permitió acceder a la creación libre.
No pueden dejar de mencionarse a otras dos personalidades del arte
latinoamericano que, como amigos, influyeron de manera decisiva en su
formación: el crítico cubano José Gómez Sicre y el escultor colombiano Edgar
Negret, cuya relación le permitió profundizar en el arte contemporáneo y
adaptarlo a su propio ritmo.
La experiencia adquirida durante su estancia en Nueva York le facilitó
la presentación de dos exposiciones, una en Roko Gallery y la otra en la
Unión Panamericana de Washington, hoy OEA. Es innegable que dichas
exposiciones le sirvieron de base para comenzar una carrera de éxito que
perdura hasta la actualidad.
En 1952 queda finalista en el certamen «El prisionero político desconocido»
que le permite exponer en la Tate Gallery de Londres, a lo que hay que
añadir la selección de la obra Cabeza de lobo de 1951, para formar parte de la
colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Algunos años después de su regreso a Guatemala, además de dirigir durante
un año la Escuela Nacional de Artes Plásticas y de recibir por parte del
gobierno la Orden del Quetzal en grado de oficial, así como diversos premios
en variados certámenes centroamericanos, integra la Corporación de Pintores
y Escultores Plasticistas de Guatemala junto a artistas ya de renombre; entre
ellos, Dagoberto Vásquez y Guillermo Grajeda Mena.
En la segunda mitad de la década de los años sesenta, los dos anteriores y
González Goyri se unen al maestro Carlos Mérida, quien llega a Guatemala
expresamente con el objeto de realizar los murales del Banco de Guatemala, del
Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, del Crédito Hipotecario Nacional y
del Palacio Municipal, que constituyen el Centro Cívico de la ciudad.