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Relatos del proceso creativo contemporáneo
Acto segundo
Frente a su choza, Barauda arrulla a su bebé. De pronto se acerca agitado
Satuyé, quien viene a buscar sus armas para salir a enfrentarse al enemigo.
Irritado por la amenaza de Young, le narra a su esposa lo que acaba de pasar
en la plaza. Al escucharlo, Barauda empieza a montar en cólera. Enfadada, le
reprocha a Satuyé su lentitud en iniciar las hostilidades contra los invasores,
diciéndole que si él no tiene las agallas, ella misma se pondrá pantalones para
combatir a los foráneos. La agitada discusión conyugal queda sin resolver
cuando Satuyé, enojado y bajo los incesantes reproches de su mujer, toma sus
armas y corre a dar batalla.
Los caribes luchan con tenacidad, pero finalmente son doblegados por las
armas de los feroces invasores. Satuyé ha desaparecido en el tumulto de la
batalla y sus guerreros vencidos lo suponen caído en combate. Barauda está
desconsolada, ante todo por lo que aconteció entre ellos antes de la partida
de Satuyé a la guerra. Las mujeres secundan a Barauda en su lamento, y en su
reproche a Dufont y sus hombres de no haber sabido proteger a su cacique.
En ese momento vienen los hostiles foráneos y los capturan. Sin excepción,
los caribes son hechos prisioneros y subidos en cadenas a los veleros de
los carabinas. Cuando las embarcaciones se hacen a la mar, los caribes
comprenden que nunca más verán su amada isla y se adueña de ellos una
profunda tristeza. Al final del tormentoso trayecto marítimo, los enemigos los
expulsan de los barcos y los abandonan a su suerte en una playa desconocida.
Aturdidos, se despiertan de su desmayo exhausto cuando un grupo de
cazadores mayas armados con lanzas y flechas los rodea. Temiendo por su
vida, Barauda y los caribes les imploran misericordia. El Ahau, cacique de
los cazadores, decide entonces mostrarles clemencia, haciendo repartir agua
fresca y alimentos, permitiéndoles quedarse en ese litoral. En la pequeña
aldea que va surgiendo en los días que vienen, tratan de empezar una nueva
vida, pero no pueden evitar recordar con profunda nostalgia su isla lejana y a
su cacique Satuyé, cuya muerte en batalla rememoran con lamentos.
De pronto, una figura envuelta en una manta, con la cabeza cubierta, se acerca
desde lejos por la orilla del mar entre las palmeras. Cuando llega a la aldea y
finalmente deja caer la manta que le cubría el rostro, los caribes sorprendidos
lo reconocen: era su cacique Satuyé, quien logró escapar de sus captores luego
de recuperarse de sus heridas de combate. Jubilosos, Satuyé, Barauda y los
caribes cantan y danzan de euforia por haberse podido reunir de nuevo en
estas cálidas costas del Caribe centroamericano.