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Dirección de Artes Landívar

colonos francófonos contrastaría con el de los invasores anglófonos llamados 

«carabinas», que más adelante hacen su aparición bajo las órdenes de su 

comandante Sir William Young. 

La música debía transmitir al oyente el ambiente del litoral Caribe: el calor, la 

brisa del mar, el mecerse de las palmeras, incluso el revolotear de los insectos. 

Si bien la música garífuna posee un perfil rítmico y vocal muy propio que 

ellos mismos utilizan en los diferentes géneros que conforman, su patrimonio 

musical étnico, me decidí por no emularlos, sino desarrollar un estilo musical 

propio y personal para la obra. Asumí mi formación musical europea y evité 

caer en la imitación al expresarme como si fuera parte de la etnia garínagu. 

Aun antes de terminar el libreto fui componiendo una por una las piezas que 

integran las diferentes escenas. Algunas surgieron en mi mesa de trabajo en 

casa y otras en el estudio de mi hijo Sebastian Lehnhoff, en Heidelberg. En 

fin, la obra me acompañó continuamente incluso en prolongados períodos en 

que no encontraba tiempo más que durante los fines de semana para avanzar 

en la composición.

Apenas concluida la partitura, empezó la etapa de la búsqueda de apoyos para 

su estreno, iniciativa para la cual me apoyé en varios argumentos. En primer 

lugar, era importante propiciar la presentación de la obra porque su argumento 

fomentaba el entendimiento entre los pueblos, mostrar solidaridad en tiempos 

de adversidad. Por otro lado, la obra rescataba y divulgaba la mitología e 

historia de los garínagu de una manera artística que les pareció muy atractiva 

y elocuente a varios de los potenciales patrocinadores. Otro argumento 

fue que muchos aspectos de la cultura y del idioma del litoral Caribe de 

Guatemala, Belice y Honduras, actualmente se encuentran amenazados por la 

transculturación y el olvido, y esta obra propiciaría su reconocimiento. También 

resultó central el que este rescate cultural poseyera además la importancia de 

fortalecer las identidades locales hacia una integración centroamericana. A eso 

se suma el hecho de que en la actualidad exista un gran interés por la música 

latinoamericana original y contemporánea, lo que propiciaría una buena 

recepción por parte del público y con ello el éxito de la producción. Finalmente, 

el estreno de una gran obra dramático-musical de tema guatemalteco tendría 

repercusión tanto nacional como internacional, ya que se daba dentro del marco 

del año en que Guatemala había sido elegida como Capital Iberoamericana de 

la Cultura. La Fundación Paiz para la Educación y la Cultura, la Universidad 

Rafael Landívar y el Instituto Guatemalteco Americano (IGA) se sumaron al 

patrocinio del proyecto.

Simultáneamente, debía diseñar la producción de la ópera de acuerdo a las 

ideas que animaban mi imaginación desde la concepción de la obra, e iniciar 

el proceso de juntar el elenco. Con Jorge Estrada elaboramos una maqueta