10
3. Tercera
fase
las heliófitas durables crecen rápidamente después de la desaparición de
las efímeras, alcanzando hasta 25-30 cm de dap a los 10-15 años y 50 cm de dap a los 25
años en sitios en la zona atlántica de Costa Rica (Finegan y Sabogal 1988). Al igual que
las heliófitas efímeras, las heliófitas durables dominan el bosque secundario hasta la
decadencia de sus poblaciones, lo que puede significar una fase entre tal vez 30 y más
de 100 años de duración.
El estudio del proceso de sucesiones secundarias no solo es importante en si mismo, sino que
proporciona las bases para el entendimiento de diferentes técnicas aplicadas a la recuperación
de tierras. El proceso puede manipularse a fin de orientar la composición florística de un área
según los fines de la misma. Queda claro que en sitios cuyas actividades implican un drástico
deterioro del substrato edáfico y la consiguiente reducción productiva del sistema, ni la
sucesión secundaria puede, en el largo plazo, recuperar la productividad del mismo.
Finalmente es oportuno destacar la importancia de los procesos de formación de bosques
secundarios en y alrededor de las áreas protegidas. Mackinnon et.al. (1990), se refiere a la
sensibilidad de muchas especies animales a la pérdida de hábitats. Señala por ejemplo que
muchos grandes mamíferos prefieren la vegetación secundaria. Si la meta del manejo es la
conservación de la población de una especie, un paso fundamental es establecer sus
requerimientos de hábitat y promover su formación.
3.2.
REFORESTACIONES
Las actividades de reforestación a través de plantaciones arbóreas y sistemas agroforestales
reestablecen la cubierta de árboles en tierras taladas, pero no sustituyen a los bosques, pues
éstos son más eficaces para mantener las funciones ambientales y conservar la diversidad
biológica y además pueden proporcionar una fuente de ingresos más estables (UICN, PNUMA,
WWF 1991). Sin embargo, las labores de reforestación se justifican en tierras previamente
arboladas, que no ha perdido su capacidad productiva, de tal modo que sea posible el
desarrollo de diferentes tipos de especies vegetales en diferentes combinaciones (plantaciones
forestales, sistemas agroforestales y otros).
Tanto para el saneamiento de paisajes devastados, como para evitar la inminente o la presente
escasez de madera, las reforestaciones son una tarea ineludible en extensas regiones de la zona
tropical, a pesar de que no en todas partes se haya identificado su importancia (Lamprecht,
1990).
Varios autores (Lamprecht 1990; WRI, UICN, PNUMA 1992; Montagnini et.al. 1992; Mackinnon
et.al. 1990) señalan que entre los aspectos que se deben observar para optimizar las
actividades de reforestación, son básicos los siguientes:
1.
La existencia de beneficios directos e indirectos que sobrepasan los costos de su
establecimiento. Un beneficio directo satisfactorio proveniente de una reforestación
puede esperarse en el caso de que exista un mercado real o potencial para madera con
suficiente demanda y que las condiciones ambientales permitan el cultivo de especies
arbóreas de rápido crecimiento y/o de valor alto (Lamprecht 1990). En el caso de
sistemas agroforestales los beneficios directos se derivan de la estabilidad ecológica y
económica a nivel de sistemas familiares (Montagnini et al. 1992). Una plantación