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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Han sido casi doscientos años de la ilustrada 

descripción que produjo Humboldt sobre la vida política, 

social y económica de los criollos; cuando dibujó el 

rostro y la estructura de la Nueva España, hoy, México y 

Centroamérica. Las ideas de civilización, progreso, razón, 

que él abanderaba, se hicieron repúblicas o al menos, eso 

se dijo. Pero, la pregunta entonces es: ¿dónde realmente 

estamos hoy? ¿Cuán civilizados somos? Se entiende que 

el liberalismo se impuso como pensamiento único y como 

horizonte ideológico a las nacientes sociedades poscoloniales. 

Fue así, pero no resultó fácil. El siglo diecinueve y el veinte 

estuvieron plagados de luchas políticas y militares entre 

liberales y conservadores. Bipolaridad que resultó una 

transmutación compleja de la rivalidad entre monárquicos 

e independentistas modernizantes. Si bien, como Estados 

Nación independientes, estas contradicciones ideológicas 

fundantes de la latinoamericanidad se han vivido en todo el 

continente de acuerdo a las propias realidades contextuales 

y poscoloniales.

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Situados en una coyuntura histórica crítica a doscientos 

años de esos dos relatos fundacionales, el de Humboldt, 

que instaba al progreso y a la práctica de un humanismo 

ordenado y secular y el otro, de las revoluciones de 

independencia, que recurrieron a las energías ancestrales, 

a los pactos fundacionales, convocaban a la identidad, a 

la resistencia y a la independencia. Ahora, frente a las 

fuerzas fabulosas, pero incontrolables, de un capitalismo 

salvaje y depredador, se necesita de una nueva imagen y 

otra narrativa de los latinoamericanos mismos. Una que 

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¿Cuáles fueron las causas que estimularon el desarrollo del independentismo? 

«La principal de ellas fue indudablemente la propia madurez intelectual del 

mundo americano. Un mundo en el que el desarrollo de las fuerzas productivas 

había creado una sociedad cada vez más compleja, en mucho distinta de la 

simple sociedad colonial del siglo XVI, integrada sólo por conquistadores y 

conquistados. (…) Un mundo en el que los hombres exploraban selvas, abrían 

caminos, levantaban ciudades, montaban industrias, experimentaban con 

metales, construían barcos, alzaban fortalezas, peleaban con piratas, hacían 

revoluciones, amaban, luchaban y morían, no podía seguir atado a la ñoñez 

de las reglas oficiales ni conformarse con el gongorismo degenerado de los 

sermones eclesiásticos» (Núñez, 1989, p. 26)