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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

la retórica ideologizada y la torpeza en materia económica 

caracteriza a un régimen venezolano frente al cual tampoco 

la oposición se plantea como alternativa real de poder, con 

el resultado que los ciudadanos han terminado por «votar 

con los pies» y abandonar masivamente el país.

En Brasil la derecha logró derrocar «legalmente» al PT 

de Lula durante el segundo mandato de Dilma Rouseff y la 

falta de un respaldo popular efectivo para la defenestrada 

presidenta parece tener como causa el desencanto de 

las grandes mayorías por la forma como la izquierda se 

acomodó y negoció con un capitalismo que colocó a Lula 

en la cárcel para evitar que participe en las elecciones 

de 2018. La democracia no profundizó, ni la satisfacción 

de los derechos económicos y sociales, aunque debe 

reconocerse que las transferencias condicionadas de los 

programas sociales  funcionaron relativamente bien, pues 

un considerable número de brasileños salió de la pobreza y 

continua siendo la base popular de apoyo del PT.

Bolivia y Ecuador parecen tener gobiernos progresistas 

debidamente consolidados – y en ese sentido vale la pena 

leer el texto en el cual  Boaventura de Sousa Santos hace 

un análisis muy se ve completo acerca de la refundación del 

Estado en ambos países (Sousa, Santos, 2010). También 

con buenos ojos los avances sociales y la profundización de 

la democracia en Uruguay, que José Mujica ha sido uno de 

los presidentes más ilustres  de la historia latinoamericana 

de los últimos tiempos: carismático, modesto y practicante 

de una austeridad ejemplar, lúcido en sus juicios y discursos, 

demócrata verdadero no retórico.

Por el contrario,  el régimen sandinista de Nicaragua 

parece haber olvidado del todo los viejos ideales 

revolucionarios de la década de los setenta. Se acomodó 

a la corrupción y el neo autoritarismo de Daniel Ortega 

–al mejor estilo de su predecesor de antes de 1979– en 

detrimento de la democracia. La represión contra las 

protestas populares en 2018 han causado el suficiente 

número de muertes como para que se haya requerido a 

la  Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) 

de la OEA para que realice investigaciones por violaciones