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Cátedra de Coyuntura Internacional
Para Santos, tanto los movimientos sociales como la
«sabiduría popular» (el sentido común) son esenciales para el
control democrático de la sociedad y para el establecimiento
de formas de democracia participativa, de allí sus
planteamientos acerca de la necesidad de una globalización
contrahegemónica fundada no solo en la ecología de saberes
sino en una profundización de la democracia.
Lo anterior significa también que para radicalizar o
profundizar la democracia como propone Santos (en el
sentido de darle un mayor y mejor contenido participativo y
hacerla «contra-hegemónica») se requiere hoy en día, entre
otras cosas, que a nivel económico se adopten, por lo menos,
políticas públicas que sean compatibles con el desarrollo
sostenible y que se encuentren en condiciones no sólo de
disminuir la influencia del neoliberalismo como ideología
dominante
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, sino poner en práctica alternativas económicas
que sean compatibles con el desarrollo sostenible.
En buena manera, lo que se plantea actualmente
(en tanto que crítica radical del paradigma dominante o
«ruptura epistemológica» como la han llamado otros autores
que veremos en páginas posteriores) es la necesidad de
abandonar el crecimiento económico como medida del
desarrollo, lo cual implica no solo la reaparición de la tensión
entre capitalismo y democracia sino también el incremento
de las contradicciones entre los movimientos sociales, el
Estado y las elites político-económicas como reacción a
la radicalización de la democracia. Destaca entonces, la
importancia de articular las políticas de los movimientos
sociales en una gran alianza mundial de «globalización
contra-hegemónica» como lo promueve el Foro Social
participación a los grupos sociales involucrados en su diseño, ejecución y
control, y en los beneficios de la intervención»: Santos, op.cit. pp. 190-191.
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Esta tensión entre capitalismo y democracia fue «resuelta» en América Latina
y en África gracias al auge del neoliberalismo de la década de los 80 del siglo
pasado (pero que todavía está vigente) la cual que condujo a que en muchos
países el Estado desistiera de regular la economía, liquidara mecanismos de
redistribución social y los gobiernos optaran por una «democracia de baja
intensidad, elitista, procedimentalista y además saturada de corrupción»
como señala el autor. Cf. Santos, B.: La difícil democracia. Una mirada
desde la periferia europea. Madrid: Ediciones Akal, 2016, p. 218.