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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

En otras palabras, aunque la legitimidad política 

depende en buena medida del cumplimiento de las 

llamadas  «promesas de campaña» (o del programa político 

del partido como sucede en las democracias de países 

desarrollados), se lleva a cabo acciones en función de 

intereses universalizables  (el  «bien común») o, que por 

lo menos, atiendan las necesidades de  las mayorías y no 

de las minorías. No hay que olvidar que la conducta moral 

de los dirigentes políticos  (la ética aplicada)  también es 

fundamental para dar legitimidad a la acción política, lo cual 

implica que para ser legítimo el Estado debe proveer lo que 

realmente puede ofrecer o sea:

(...) ser el garante de los derechos de los ciudadanos, lo 

cual significa no sólo proteger los derechos civiles y políticos 

, sino empeñarse en la tarea de justicia distributiva que 

conviene a los derechos económicos, sociales y culturales, 

facilitando a la sociedad civil que desempeñe las tareas 

que a ella correspondan (ibid., p. 153).

En cuanto a la nueva  manera  de entender la sociedad 

civil, a fin de que esta se encuentre en condiciones de 

superar su original concepción hegeliana para realizar de 

mejor manera el «ideal participativo» hay que tomar en 

cuenta también el pensamiento de Michael Walzer (Walzer: 

2010).  Cortina coincide con él cuando afirma que:

  (…) el hombre es ante todo miembro de una sociedad 

civil, que alcanza desde la familia, la amistad o la vecindad, 

la Iglesia, las cooperativas o los movimientos sociales, a 

todo aquel ‘espacio de la asociación humana sin coerción 

y al conjunto de la trama de las relaciones que llenan este 

espacio’  de suerte que su pertenencia a la sociedad civil 

es el núcleo coordinador de los restantes rasgos. ¿Cómo 

lograr una democracia auténtica sin tener en cuenta 

este ser meramente social del hombre?  Si bien es cierto  

–concluirá nuestro autor- que sólo un Estado democrático 

puede crear una sociedad civil democrática, no lo es menos 

que sólo una sociedad civil democrática puede mantener un 

Estado democrático; y este último factor ha sido olvidado 

en exceso por los buscadores de una democracia auténtica 

(ibid., p. 151).