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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Surge el Estado de Israel y se produce la nakba 

inacabable

A partir de la aprobación de la partición por 

las Naciones Unidas, la Haganah y las organizaciones 

paramilitares sionistas se dedicaron a aplicar «un plan 

estratégico establecido desde hacía tiempo, el Plan D, para 

despoblar y destruir las ciudades y pueblos palestinos» 

(ibid, p. 113). Unos días después Londres anunciaba que 

pondría fin a su Mandato antes del 15 de mayo de ese mismo 

año: la suerte estaba echada, pero las repercusiones de esa 

«última decisión internacional» serían desastrosas.

En efecto, en la noche del 14 al 15 de mayo de 1948, y 

en el momento en que el alto comisario británico abandonaba 

el territorio

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, Ben Gurión y el Consejo Nacional Provisional 

declararon la independencia del Estado de Israel, siendo a 

las pocas horas invadido el nuevo Estado por unidades de los 

ejércitos de los cinco países árabes vecinos (Egipto, Líbano, 

Siria, Transjordania e Iraq) y dando lugar a una guerra que 

se extendió hasta febrero de 1949, con dos periodos de 

tregua impuesta por Naciones Unidas. Al término de esta 

guerra Israel había conseguido ampliar su territorio desde los  

14 500 km

2

 asignados por el plan de partición hasta 

 

20 850 km

2

 (de los 26 320 km

2

 del total palestino); y el 

territorio asignado a los palestinos se reducía a un 45 % de 

lo establecido, pasando de 11 820 km

2

 a 5 400 km

2

. Además, 

este territorio quedaba en manos de los Estados vecinos 

de Egipto (Gaza) y Transjordania (la llamada Cisjordania, 

es decir, Samaria y Judea) y la parte oriental de Jerusalén 

(incluyendo la Ciudad Vieja), que como consecuencia de su 

nueva configuración territorial pasó a llamarse Jordania. 

Se confirmaba y consolidaba la catástrofe (nakba) 

para los palestinos, que no solo se veían despojados de 

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 Sir Alan Cunninghan, último alto comisario británico, salía de Palestina, 

territorio que se había confiado a Gran Bretaña como mandato, «dejándolo 

sin autoridad ni administración, abandonando al odio, a la anarquía y a la 

guerra a un país (…)» (Alem, 1970, p. 181). «Ahí queda eso», debió decir el 

ilustre político, seguramente aliviado de las tremendas tensiones vividas.