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Cátedra de Coyuntura Internacional

causa judía (aunque no tanto como los sionistas pretendían) 

y al mismo tiempo deseaban hacer justicia a los árabes. Una 

Conferencia de la Mesa Redonda fue convocada en Londres 

(septiembre de 1946), a la que asistieron británicos y 

representantes de la Liga Árabe, pero ni judíos ni palestinos. 

Los árabes lanzaron un ultimátum exigiendo la independencia, 

tras elecciones libres, para el final de ese mismo año, lo que 

fue contestado pocos meses después por los líderes de la 

Agencia Judía con la exigencia de un Estado judío en toda 

Palestina. Abierta por los británicos una nueva Conferencia de 

Londres, en enero de 1947, y ante el enésimo rechazo de las 

partes a la propuesta de un Estado federado de dos provincias, 

árabe y judía, y una administración directa británica de los 

Santos Lugares, el gobierno de Su Majestad decidió llevar el 

asunto ante el Consejo de Tutela de las Naciones Unidas, que 

ya había sustituido a la poco exitosa Sociedad de Naciones. 

La Asamblea General nombró en abril una Comisión Especial 

para Palestina (UNSCOP, por sus siglas en inglés) constituida 

por representantes de once Estados

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 que, tras sus trabajos in 

situ, presentó en agosto dos alternativas: un Estado federado 

con una provincia árabe y otra judía y (la opción mayoritaria) 

dos Estados independientes y «económicamente unidos». Y 

así se llegó el 29 de noviembre de 1947 al voto por la Asamblea 

General de Naciones Unidas (Resolución 181) de la partición 

de Palestina en dos Estados separados, según una propuesta 

«profundamente inicua» (Campanini, 2014, p. 113), ya que 

otorgaba el 56.47 % del territorio a los 600 000 judíos ya 

instalados y el 42.88 % a los 1 200 000 árabes existentes 

(con el restante 0.65 % para la Jerusalén internacionalizada). 

La votación arrojó el resultado de 33 Estados a favor, 13 en 

contra y 10 se abstuvieron, con los Estados Unidos y la URSS 

(que se mostraba muy adicta a la causa sionista) votando a 

favor. La oposición de los árabes fue tajante e indignada, y 

la Liga Árabe, que declaró la resolución «nula e inexistente», 

hizo saber que tomaría todas las medidas necesarias para 

impedir que se aplicase. 

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Aunque de esos once, ocho de los representantes eran projudíos, las crónicas 

recuerdan a dos de ellos, activamente prosionistas: Fábregas, de Uruguay, y 

García Granados, de Guatemala, del que se dijo que actuó «con una pasión 

digna de un miembro de la Agencia Judía» (ibid, p. 192).