75

Cátedra de Coyuntura Internacional

sir Winston asegurando a los árabes que su gobierno «no 

había pensado en ningún momento en la desaparición o la 

subordinación de la población árabe, de su lengua y de su 

cultura en Palestina»

13

 (Alem, ibid, p. 138). 

Un punto de inflexión se produjo en 1929 con el 

estallido de las violencias antijudías y varias matanzas 

desatadas por un conflicto en los Lugares (triplemente) 

Santos de Jerusalén que fueron contestadas por el poder 

británico con varias ejecuciones. Una comisión enviada 

redactó un segundo Libro Blanco (1930), entre cuyas 

conclusiones destacaba la necesidad de poner coto a 

la entrada de judíos, sobre todo por la insuficiencia del 

territorio palestino para afrontar la inmigración prevista. 

Esto movió (por primera vez las tornas cambiaban) a la 

indignación de los líderes sionistas de la Agencia Judía 

(creada en 1923 para dirigir la acción de los judíos en 

Palestina) y Weizmann acusó a los británicos de violar 

los términos del mandato (lo que era cierto, y motivó 

el apaciguamiento del primer ministro, el laborista 

McDonald). A partir de ahí todo fue empeorando y 

enconándose, y es cuando debe situarse la aparición de la 

primera organización armada judía, la Haganah, germen 

del futuro, y eficiente, Ejército israelí. Las iras palestinas 

siguieron creciendo, coincidiendo los nuevos incidentes 

de 1933 con las alarmas procedentes de la victoria nazi 

13

 La doblez británica produjo otro episodio destacado de humillación adicional y 

duradera cuando, en 1925 y en el inhóspito interior de la península Arábiga, 

Londres acabó desentendiéndose del hashemí Hussein, antes aliado, para 

dejar el terreno libre al líder wahabí Abdelaziz Ibn-Saúd, pujante emir del 

Nejd, que mientras tanto se había hecho fuerte apoyado por el Gobierno 

británico de la India. El encumbramiento de la dinastía saudí quedó 

refrendado tras aflorar petróleo en el área del golfo Pérsico y en Arabia Saudí 

(1938) con el famoso encuentro entre Roosevelt e Ibn-Saúd en febrero de 

1945 a bordo del crucero Quincy en aguas de Suez, y el «pacto de sangre», 

diluido en petróleo, que ahí quedó establecido hasta hoy. Con la liquidación 

de la monarquía hashemí en Arabia (pero prolongada en Iraq y Transjordania 

con los dos hijos de Hussein) se completa la serie de engaños y traiciones 

de Gran Bretaña hacia los aliados árabes en la guerra contra los turcos, 

optando por un líder político-militar que, a la vez, era la cabeza espiritual del 

wahabismo, una rama integrista del Islam arábigo.