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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Lloyd George, primer ministro entre 1916-1922 y a Arthur
Balfour, ministro de exteriores en ese gabinete. El sionismo
consistía en una ideología que propugnaba la Constitución
de una patria territorial concreta para los judíos dispersos
por el mundo, enfrentándose así a la otra visión, llamada
asimilacionista, que defendía la integración leal de los judíos
en la nacionalidad y el país en el que vivieran, eludiendo toda
segregación o particularismo. Sus principales formuladores
eran judíos de la Europa Central y Oriental y podría decirse
que, en un principio, se inclinaban más por la causa de
las potencias centrales que por los aliados occidentales.
En la propia Inglaterra de los años que analizamos, la
pugna entre ambas tendencias fue durísima, imponiéndose
finalmente la postura sionista gracias a la brillantez de
sus más visibles exponentes y a la confluencia de sus
intereses territoriales con los británicos. Lord Balfour, que
después daría nombre a la famosa declaración, pensaba,
tras el inicio de la revolución rusa y la caída del zar, que
«el judaísmo mundial, generalmente frío e incluso hostil
a la causa aliada, cambiará su actitud, ahora que ha sido
abolido el zarismo en Rusia, si los aliados se pronuncian en
favor del sionismo» (ibid, p. 35). Es importante destacar
que el sionismo se impuso contra fortísimas resistencias
dentro del mundo judío y sus organizaciones, que incluso
la importante masa judía de Rusia nunca fue aliadófila y
que la mayoría de los sionistas rusos estarían contra la
Declaración Balfour.
De ahí que resulte muy difícil reconocer, tras
la experiencia histórica desde 1920, y más todavía
contemplando la saga de la creación y expansión del Estado
de Israel, que:
El sionismo tiende a utilizar en el plano político las
fuerzas espirituales del judaísmo, de la misma forma
que el arabismo moviliza las del Islam para promover
la liberación de los pueblos, como segura el entusiasta
intelectual judío-francés André Chouraqui, de la misma
manera que carece de rigor su afirmación de que ‘es
difícil de distinguir la bandera del antisionismo de la del
antisemitismo’ (Chouraqui, 1984, p. 34).