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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
aunque China en la actualidad continúa siendo un «gran
enigma geopolítico» (Lacoste, 2009) porque a pesar de que
desde los años 90 las relaciones económicas con Estados
Unidos sean:
(...) excelentes hasta el punto que son principalmente
capitales chinos los que desde hace varios años están
ayudando a superar el déficit comercial (más de 500
millardos de dólares) y presupuestario de Estados
Unidos (comprando) bonos del Tesoro norteamericanos
y (ayudando) a sostener la divisa y la economía
estadounidense (también) se está convirtiendo en
una gran potencia militar, sin que los negocios triunfen
necesariamente sobre las rivalidades geopolíticas, aun
cuando éstas no sean de gran alcance (ibid., p. 181).
Lo que significa, en otras palabras, que las buenas
relaciones económicas no han hecho desaparecer los problemas
geopolíticos que aún subsisten entre ambas potencias.
¿Pero en que consisten esas rivalidades o problemas
que para Lacoste (ibid., p. 181) no son «de gran alcance»?
Aparte de los archipiélagos oceánicos que ya hemos
mencionado y que a nuestro juicio podrían resolverse
recurriendo a la Corte Internacional de Justicia, debemos
mencionar cuestiones como Taiwán, la península coreana o
los problemas de la meseta del Tíbet y de la región occidental
del Xinjiang o Sinkiang. Taiwán, como sabemos, es una
herencia de la Guerra Fría que requiere para ser resuelto de
manera pacífica de una negociación entre Beijing y Taipéi
que tome en cuenta la soberanía de facto de que goza la isla.
El enfoque utilizado para Hong Kong («un país,
dos sistemas») puede ser útil, pero desde nuestro punto
de vista se requiere sobre todo de la paciencia necesaria
para esperar que las inevitables transformaciones que se
producirán en el sistema político de China continental,
como consecuencia del crecimiento y la modernización
económica, acerque las posiciones de ambas partes. Otra
salida (la militar) no solo iría en contra de los postulados de