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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

caracteres chinos naturalmente «El Embajador de Inglaterra 

que trae tributos para el Emperador de China» y fue hecho 

retornar sin que el Gobierno chino lo aceptara como 

embajador residente. Después de las guerras napoleónicas, 

estando Gran Bretaña en el zenit de su poderío europeo, 

otro enviado inglés fue rechazado con un mensaje del 

emperador chino en cuya traducción se explicaba que como 

«señor de todo lo que existe bajo los cielos» el emperador 

no debía ser molestado por bárbaros incapaces de ceñirse 

adecuadamente al estricto protocolo imperial, que entre 

otras cosas ordenaba a todo señor extranjero arrodillarse y 

colocar la cabeza en el suelo en señal de sumisión.

En todo caso, conviene recordar aquí que a diferencia 

del comercio terrestre a través del Asia central por la llamada 

«ruta de la seda» de tiempos de Marco Polo, el comercio que 

británicos y franceses le impusieron a China durante el siglo 

XIX no solo fue en perjuicio de China, a quien no le interesaba 

adquirir productos occidentales, sino que se inició después de 

la firma de los llamados Tratados Desiguales que las potencias 

occidentales le impusieron como resultado de la derrota china 

en las dos guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860) en las 

cuales perdió Hong Kong y Macao y se abrieron los puertos 

chinos forzadamente al comercio del opio que los británicos 

traían de la India, Birmania y otros países de la región y que 

el Gobierno de Beijing había prohibido, más que por lo efectos 

perniciosos sobre la salud de la población debido a que los 

europeos compensaban con las ventas de opio el desigual 

intercambio que significaba la compra que ellos hacían de 

productos chinos de gran  valor como la seda, la porcelana, 

manufacturas ornamentales y la hoja de té.

De manera que cuando en 1858 el enviado británico 

encontró la ruta fluvial hacia Beijing bloqueada y ordenó abrirla, 

la respuesta militar china dejó 500 marinos británicos muertos 

y otros 450 heridos. Esto fue determinante para que Londres 

ordenara el envío de una fuerza naval bajo el mando de Lord 

Elgin que no solo ocupó la capital, sino que quemó el palacio