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Cátedra de Coyuntura Internacional
La penetración del
Estado a la cual estamos
haciendo referencia es
una tanto violenta como
pacífica. En este momento
quiero hacer referencia al
primer caso comparado:
México. La tardía transición
a la democracia mexicana
(iniciada en el año 2000)
no ha sido completa.
Apunto los indicadores:
(a) el régimen presidencial
no tiene la índole de un
presidencialismo atenuado,
(b) el partido de Gobierno
continúa bajo la práctica del partido dominante (o
conformando coaliciones poco pluralistas), y (c) el
goce de las libertades políticas o las condiciones de
poliarquía básica no parece ser un aspecto garantizado.
¿A qué se debe todo esto? ¿Exagero o miento en que
la consolidación hacia la democracia mexicana será
siempre inconclusa en la medida que los actores del
crimen organizado (en la tipología narco) mantengan
grados de influencia sobre el Estado Federal? Me parece
que la respuesta es más que obvia. Cualquier conocedor
amateur de la historia política mexicana sabe que la
estabilidad (precondición fundamental para obtener la
gobernabilidad) siempre estuvo asegurada en la medida
en que el régimen presidencial de corte autoritario tuvo
la capacidad para «tratar» al narcotráfico como si fuera
otro miembros más de la poliarquía. Dicha afirmación se
confirma con el testimonio de Félix Gallardo (fundador del
narcotráfico mexicano) quien asegura que en sus inicios
el Gobierno federal mexicano cobraba derecho de piso a
los narcotraficantes. El siguiente esquema puede explicar
mejor lo que estoy diciendo.
Lo interesante y
fundamental en dicho
caso es que estos
actores criminales
tradicionales o
no tradicionales
requieren del control
político y la influencia
política para poder
mantener activas
las fuentes de
ingreso económico.
Es precisamente
por esta razón que
resulta necesario
penetrar el Estado.