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Cátedra de Coyuntura Internacional

El euroescepticismo, 

que empieza con la crisis 

griega, crece a medida que 

los Estados pierden cada vez 

terreno en sus decisiones 

soberanas y las delegan 

en la burocracia belga. En 

efecto, el euroescepticismo 

crece no solo en espacio, 

sino en tiempo. Muchas 

personas y países, desde 

los burócratas en Bruselas 

hasta académicos en las 

universidades europeas, 

concluyen que el «experimento» Grexit, es decir, la sobre-

interpretación de los Tratados Constituyentes de la Unión 

Europea, dos planes de rescate y muchas concesiones a 

Grecia, han fallado definitivamente (Koutsoukis & Roukanas, 

2014). Parece que las consecuencias de un Grexit son, de 

facto, «menos peor» para el resto de los países de la Unión 

Europea que otros acuerdos y rescates para Atenas. Los 

acuerdos han sido una espiral de decepciones y mentiras. 

Peor aún, una increíble falta de voluntad para regenerar 

al Estado Griego y ser el epicentro de la crisis. Además, lo 

mismo pasa por las contrapartes griegas que parecen ya 

estar desgastadas con las negociaciones. Parece una actitud 

totalmente entendible por ambas partes. Pero ahí reside la 

falacia. Lo que dicen las partes, simplemente, no es cierto. 

Las consecuencias políticas y económicas del Grexit 

serán mucho peores que un nuevo intento para solucionar 

el problema de fondo. Atrapados por la frustración del 

momento de no llegar a acuerdos creíbles, algunos líderes 

políticos han tenido dificultades en tomar las decisiones 

correctas y tener conciencia del desastre histórico que 

amenaza cada día más al proyecto europeo.

Vale la pena recordar el discurso del entonces Ministro 

de Relaciones Exteriores y periodista polaco, Radek Sikorski, 

hecho en Berlín del 2011 (The Economist, 2011). Mientras 

El euroescepticismo, 

que empieza con la 

crisis griega, crece a 

medida que los Estados 

pierden cada vez terreno 

en sus decisiones 

soberanas y las delegan 

en la burocracia 

belga. En efecto, el 

euroescepticismo crece 

no solo en espacio, sino 

en tiempo.