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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

los medios masivos, que ya se venía aplicando, por medio 

del cierre de televisoras (Radio Caracas TV) y de numerosas 

estaciones de radio; asimismo, según Bisbal (2014), algunos 

medios sufrieron tanto acoso legal, tributario y hasta de 

violencia física que sus dueños terminaron aceptando 

venderlos a testaferros del régimen (Globovisión, El 

Universal, Cadena Capriles).

Para 2011, el socialismo del siglo XXI parecía no 

encontrar obstáculos en su camino. El control férreo del 

poder ejecutivo, y concretamente del presidente Chávez 

sobre todas las ramas del poder público, la ilusión de 

una abundancia sin fin que permitía hacer de todo en 

todos los campos sin establecer prioridades y el apoyo 

popular significativo con que todavía contaba su figura 

y su partido, permitieron reforzar los mecanismos 

de control sobre la sociedad en forma de leyes que 

limitaban las actividades de las empresas, de los medios 

de comunicación y de la sociedad civil, acompañadas 

de formas de coerción aplicadas por los organismos 

policiales y militares o por bandas armadas dedicadas a 

agredir a los opositores que protestaran o se movilizaran 

por reivindicaciones sociales o políticas. 

El proyecto dirigido al control total de la sociedad por 

la tríada caudillo-partido-Estado mostraba considerables 

avances. Ya en 2003 y 2004 se había logrado la conquista 

de los poderes electoral y judicial para el oficialismo, y 

ese control fue ratificado por la Asamblea Nacional, sin 

presencia opositora, a partir de 2005. Los dos componentes 

del «poder moral», la Fiscalía General y la Contraloría, 

fueron igualmente cooptados, lo que garantizó la coherencia 

completa de las instituciones del Estado con la estrategia de 

concentración de poder. Entre otros mecanismos, se recurrió 

a la judicialización de la política (Corrales, 2015), lo que ha 

permitido dar una apariencia de legalidad a la persecución de 

líderes opositores: frecuentemente señalados de corrupción 

por la Contraloría, que puede inhabilitarlos para el ejercicio 

de funciones públicas; acusados de subversión por la Fiscalía 

y juzgados por un poder judicial totalmente identificado