62 Religión y ciudadanía étnica en Chiapas
Al mando de Diego de Mazariegos, un grupo de conquistadores venidos de
Tenochtitlán fundaron en 1528 la Villa Real, en un pequeño valle al que la
población local llamaba Jobel, y que en nahua decían Hueyzacatlán. Desde
aquí, dominaban seis regiones que componían la provincia: Chiapa, los
Zoques, los Sendales, los Quelenes, los Llanos y el Lacandón. En su
fundación participaron contigentes de población indígena: mexicas,
tlaxcaltecas, zapotecas, mixtecos venidos de México y grupos de la etnia
K’iche’ de Guatemala. El orden colonial los aglutinó en barrios de la periferia
urbana, que rodeaban, como escudo protector, al centro, habitado por
encomenderos, funcionarios coloniales y religiosos. No encontrando minas
de oro ni un clima apropiado para la siembra del cacao, los conquistadores
que decidieron establecerse aquí explotarían el único recurso de la provincia:
su población, la cual fue esclavizada durante los primeros veinte años que
siguieron a la conquista (Aubry, 1991; de Vos, 2012).
Los primeros evangelizadores en llegar fueron los mercedarios, a la que
siguieron los dominicos, y más tarde los franciscanos. En 1539, la ciudad fue
nombrada sede de una nueva diócesis y, en 1545, llegó su Obispo, Fray
Bartolomé de Las Casas. Su posición a favor de los indígenas y en contra de
la encomienda desató conflictos entre dominicos y mercedarios, estos últimos
a favor de los españoles, que obligaron al prelado a retirarse un año después.
Los dominicos tuvieron a su cargo la evangelización del extenso territorio,
en donde crearon “reducciones”, poblados con una traza al estilo español, al
frente de los cuales introdujeron un santo católico como protector de la
congregacón (de Vos, 2012). Con la prohibición definitiva de la esclavitud
indígena en 1549, los tsotsiles, tseltales, choles y tojolabales liberados
fundaron un nuevo barrio en la ciudad: El Cerrillo. Desde finales del siglo
XVI, la ciudad sufrió de inundaciones periódicas, atribuidas a su cercanía
con el Huitepec, un volcán de agua que está en sus inmediaciones; a ello se
añadiría la poca fertilidad del valle, que aunque era atravesado por un par de
ríos, se encontraba cubierto de zacatales, y finalmente la posición geográfica
de la ciudad, enclavada en la sierra, se hallaba lejos de las rutas de comercio
(Aubry, 1991; de Vos, 2012).
La drástica disminución de la población nativa dio lugar a una crisis de la
encomienda, y los hidalgos de Ciudad Real se vieron obligados a fundar fincas
criadoras de ganado y a tomar de los pueblos de indios, gente a su servicio.