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/ De esclavas y de siervas: víctimas del crimen en Guatemala
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Carmen fue tableada, pero Ana se resistió, se negó. Desde ese “no
me da miedo nada” dijo: “Vos a mí no me tableás, mejor matame”.
Y su arrogancia la salvó, aunque siguió resistiendo por meses a un
comandante que la humillaba y presionaba.
Dice Carmen:
-Cuando son buenos son muy buenos, pero cuando son malos, ¡mis
respetos!
Ellas no hablan de los excesos, la violencia, lo sanguinario que Ana
se niega a aceptar en un titular. Guardan silencio.
Cuando hablan, omiten la violencia, se hacen las desentendidas.
Pero es ese mismo silencio el que hace más evidente que algo hay
que callar. Una de ellas explica de varias historias que escuchó: la de
una mujer “pre-pago” –trabajadora sexual- que fue contratada por
un comandante que tenía fama de violento. “Las contrataba sólo
para pegarles, desnudarlas y humillarlas, dicen que lo hacía porque
su mamá había sido prostituta”. Con esa chica, al comandante dro-
gado y alcoholizado “se le pasó la mano, la mató”. La testigo llegó a
la casa cuando los guardias habían limpiado todo, sólo un indiscreto
le contó.
Escucharon también historias de las esposas o las amantes que eran
asesinadas porque le eran infieles a su pareja, pero todo es de “oí-
das”. Sin embargo, es imposible pensar que escuchar esas historias
no provoque en las reclutas el temor de dar un paso en falso. O el
caso de una mujer que fue asesinada, luego de que su esposo, miem-
bro de un grupo, fuera asesinado frente a ella, mientras ella quedó
ilesa. “Sospecharon que ella era cómplice y la mandaron a matar”,
dice Carmen.
Norma Cruz, explica que de las decenas de casos que reciben en
Sobrevivientes, la organización pro justicia que ella dirige, en las que
se brinda asistencia jurídica, albergue y atención a mujeres víctimas
de la violencia; han recibido con cierta frecuencia denuncias de mu-