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/ De esclavas y de siervas: víctimas del crimen en Guatemala
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Una de las entrevistadas se atreve a decir: hay una mujer. Era muy
cercana a un comandante, de los que fueron detenidos el gobierno
pasado. Los dirigentes de los Zetas le tenían muchísima confianza
y ella estaba totalmente entregada a la organización. Quizás, sólo
quizás, aventura la fuente, sea esta mujer la que tome el control.
Carmen puede observar desde un minúsculo papel del reparto
cómo se organizaban. Ahora lee Los señores del narco, de Anabel
Hernández, y asegura:
-Si yo escribiera un libro, sería así. Es tal y como lo dice la periodista.
Se lo recomiendo. Si nos volvemos a encontrar podremos conversar
sobre el libro.
No es posible revelar dónde está Carmen, pero a diferencia de otras
entrevistadas, que entraron a los Zetas por un cóctel que mezcla el
despecho, la ambición y la búsqueda del poder, también marcadas
por el maltrato de un padre o una pareja; ella llegó por necesidad.
Carmen es madre soltera. En realidad, todas las entrevistadas son
madres solteras. A pesar de tener un papel secundario, Carmen se
interesa por desmenuzar la historia y la estructura de la empresa
para la que trabajó. Subraya del libro los contubernios entre los
gobiernos y la organización “aquí en Guatemala es igual que en
México, como dice el libro”.
Reconoce que tomó una decisión equivocada, pero la sobrepasó la
necesidad. Del tiempo en el que estuvo allí, dice en un principio, no
tiene quejas. Aunque luego explica que para ser trasladada de un
lugar a otro le vendaban los ojos, o hubo un tiempo en que estuvo
encerrada en su lugar de trabajo sin saber dónde estaba. Explica
también de un comandante que intentó seducir a su hija y ella tuvo
que frenar el acoso.