Alejandra Gutiérrez Valdizán /

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la violencia es que ha habido mucha inversión de roles. Ninguna de las 
patojas se planteaba como una víctima, hacían burradas con tal de me-
terse al crimen. Hay una descomposición del vínculo social. Hay una 
homologación de roles.

O en una “masculinización de las mujeres” en palabras del estudio 
Prison Masculinities, editado por el sociólogo Don Sabo.  La inves-
tigación contempla a la violencia como una de las características 
asociadas al rol tradicional del hombre, a la construcción cultural 
del género masculino. Aunque el estudio se centra en analizar la vio-
lencia en prisión, éste se puede trasladar también al espacio de las 
organizaciones criminales. Construcciones sociales en que el sistema 
patriarcal y jerárquico promueve el actuar violento.  Al introducirse en 
una dinámica de estas características, eminentemente masculina, las 
mujeres se ven obligadas a abandonar determinados rasgos culturales 
de lo que se considera femenino y deben jugar el rol del “otro”, y a 
través de la violencia garantizar su espacio e incluso su vida dentro del 
grupo.

Sabo explica que las teorías feministas de los 80 y 90 se organizaron 
alrededor del “nosotras/ellos”, “hombres/mujeres”, “víctimas/vic-
timarios”, “hombre dominante/mujer subordinada”; lo que hace 
difícil discutir o percibir los acuerdos sociales en los que las mujeres 
participan en prácticas opresivas para explotar o lastimar a otras mu-
jeres, hombres o menores.

En este sentido, la Comisionada contra el Femicidio, Alba Trejo, ase-
gura que hay sospechas de que los casos de mujeres asesinadas y des-
membradas pueda tratarse de mujeres criminales cometiendo actos 
de castigo o venganza contra las de su mismo género.

Al preguntarle a Alejandra sobre la afirmación de la comisionada, 
ella medita por unos segundos y declara: