Alejandra Gutiérrez Valdizán /
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-La estructura tiene un orden jerárquico y es de hombres; y una mujer por
lo regular en esa cultura no va a tener ningún puesto ahí. A eso obedece que
también se conviertan en víctimas de la propia organización.
-¿Son forzadas a participar?
Ricardo Guzmán no lo cree. Abre su computadora y despliega una present-
ación de las que prepara para hacer las acusaciones en el juzgado. Ejemplifica
con una estructura de extorsionadores –que no pertenecen a una pandilla- al
menos 40 personas implicadas ordenadas con fotos y nombres. En los pues-
tos de arriba, sólo hombres: el jefe, los coordinadores, sicarios. En la última fila
hay una veintena de mujeres y sólo dos hombres. Entonces, Guzmán pide
que se apague la grabadora y se escucha una conversación entre una mujer
y un hombre –él está en la cárcel-. Ella le dicta cifras, los datos de un banco,
conversan sobre temas de dinero y de transacciones monetarias –son los co-
bros por una extorsión-.
-¿A usted le parece que ella está forzada?- pregunta Guzmán.
-No, no lo parece-. No lo parece, así en la superficie, en el tono de voz es im-
posible saber cuáles pueden ser los hilos que la aten a la organización. Eso no
se sabrá.
Según Ricardo Guzmán en la pandilla Barrio 18 es donde se ha
observado numerosas colaboradoras.
-En la rueda se toman decisiones de, por ejemplo, cuándo van a atacar
a la policía, al sistema penitenciario, al Ministerio Público, a los jueces y
la orden se traslada a la clica.
La rueda está formada sólo por hombres, o al menos no hay declara-
ciones que indiquen que alguna mujer ha entrado a ese círculo. Pero, en
el caso de las clicas, Emilio Gouboud asegura que conoce a dos mujeres
líderes –en Villa Nueva y Mixco, al sur de la Ciudad de Guatemala. Las