Alejandra Gutiérrez Valdizán /

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ban mujeres a Jordania, también explotaba a mujeres en exclusivos 
burdeles de la zona 9 y 10, y regentaban algunos decadentes nego-
cios de la calle Martí y del Cementerio General.

Otra forma de trabajar entre las redes y que posibilita mayor agili-
dad para evadir la ley, es el de redes dedicadas exclusivamente a la 
“captación” de víctimas y luego “distribuirlas” en diversos negocios. 
Seguir las pistas resulta más complejo.

Y es así como se revelan poco a poco las víctimas –porque logran 
escapar, porque encuentran un espacio de apoyo, porque algunas 
investigaciones prosperan, porque algún allanamiento tiene éxito o 
por algún golpe de suerte-. Apenas se esbozan y definen quiénes 
podrían ser los dueños de las redes, apenas se empieza a dar breves 
linternazos del contubernio entre otras redes del crimen organiza-
do y la posibilidad de que haya funcionarios, empresarios legales 
y narcotráfico implicados. Pero queda otro personaje pendiente de 
retratar: aquellos que, conscientes o no, resultan siendo los verdugos 
de la historia: los clientes.

***

Y así, termina todo siendo un acto de trapecistas en un sórdido circo.    

El público: Ebrio, macho, aplaude histérico viendo el show. Con los 
ojos vidriosos y los bolsillos llenos de monedas, de fichas, de tarjetas 
de crédito. Expectantes.

Las redes: grandes, medianas, pequeñas, violentas o manipuladoras. 
Tensas, bien hiladas. A la espera.

Las trapecistas: Se sujetan con las manos sudorosas a una barra 
endeble. Se balancean, cada una con una historia diferente, pero 
con capítulos en sus biografías que parecen calcados unos de otros.