Alejandra Gutiérrez Valdizán /
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Menocal. La “narcofiesta” de la finca de Ixcán es el ejemplo más
claro: “Las jovencitas (mexicanas) confiesan ante la autoridad de in-
vestigación que fueron victimas de reclutamiento forzado; casi todas
eran de Tamaulipas, vinieron en traslados clandestinos y en muchos
casos en colaboración con la policía, incluso las trasladaron en pa-
trullas”, afirma Menocal.
El exministro explica que las muchachas, que fueron liberadas y re-
patriadas a México, no colaboraron en la identificación de posibles
miembros de la organización, pero si “contribuyeron a marcar clara-
mente que el tema de trata es un tema que no sólo va de sur a norte,
si no que el propio narco trae muchachas de México a Guatemala”.
De las ocho plazas que el ex ministro asegura fueron desarticuladas
en Guatemala se evidenció casos de trata en Cobán, Huehuetenango,
Quetzaltenango y Quiché: “hay evidencia documentada del pago de pla-
nillas a las jóvenes”, afirma.
Pero incluso en estos hechos, con evidencias, hay contradicciones en cómo
podrían funcionar las redes.
–Yo estaba encargada de contratar a las prepago- dice Mariela, es el nom-
bre ficticio para esta mujer que trabajó para un ala administrativa de los
Zetas. Las prepago son las trabajadoras sexuales que acuerdan por adel-
antado el lugar de reunión y el precio para ofrecer sus servicios.
Mariela explica que uno de sus encargos era hacer el contacto con agen-
cias para contratar a mujeres, en especial colombianas, que eran llevadas
para las fiestas privadas que se organizaban. Ella no menciona que hu-
biese algún tipo de negocio directamente relacionado con la trata o la
explotación dentro de la “la empresa” como llama esta mujer a la orga-
nización.
Es posible que la estructura jerárquica de Los Zetas -con un ala adminis-
trativa, que según Mariela y otras fuentes estuvo bajo el mando de William
de Jesús Torres Solórzano, alias “Comandante W” y que fue detenido en