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/ De esclavas y de siervas: víctimas del crimen en Guatemala
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Claudia López, de la Mesa Nacional para las Migraciones (Me-
namig), explica que “en realidad nadie puede saberlo (cuántas
personas salen de Guatemala anualmente) porque justamente
lo que hacen las personas que migran indocumentadamente es
buscar la forma de salir sin ser vistas –por ende contabilizadas-.
Además, entre quienes salen del territorio no se puede distinguir
a ciencia cierta cuáles son sus destinos, si van a México tem-
poralmente (trabajadores temporales) si van a Estados Unidos y
cuántos logran llegar”. No hay datos de cuántos centroameri-
canos permanecen en Guatemala o en México sin documentos.
Tampoco hay información sobre cuántos podrían ser víctimas de
trata o explotación.
En el caso de la migración interna tampoco hay demasiados reg-
istros, según el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales
(Idíes), de la Universidad Rafael Landívar, el 57 por ciento de la
migración interna de Guatemala es de mujeres, en la mayoría de
casos hacia la capital o las zonas urbanas. Muchas mujeres llegan
para trabajar en servicios domésticos. Una cuestión de la que ape-
nas se habla, pero que hay certezas de que existen altos niveles de
explotación laboral. Mujeres que trabajan en las casas a cambio de
comida, se les prohíbe salir y que incluso son víctimas de violencia
física y sexual.
Hay otro dato que impediría hacer proyecciones, si se intentara cal-
cular el número de víctimas de trata en base a los reportes de de-
sapariciones: en algunos casos es la propia familia, su papá, su tío,
quienes venden a estas mujeres a alguien más. Permanecen en su
propio hogar o en el de alguien cercano siendo explotadas laboral o
sexualmente.
El drama de Dinora se montó en la frontera sur. Pero la frontera
norte no se salva de ser escenario de historias similares, peores
quizás, porque la ruta hacia al norte va adquiriendo niveles de difi-
cultad conforme pasan los kilómetros