Alejandra Gutiérrez Valdizán /
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jeres, muchas de ellas mayores de cincuenta y sesenta años. Yanira
Tobar, la directora de OMES, explica que de vez en cuando llega
una anciana de 84 años que se sigue prostituyendo en La Terminal.
Tobar es trabajadora sexual. La clave para ella es “la dignidad”, la
decisión propia. Pero, ella misma lo reconoce: es complicado diluci-
dar cuándo es una decisión propia y cuándo son las circunstancias,
la pobreza, los tratantes manipuladores, o el mismo sistema el que
las obliga a ejercer el oficio.
Carolina acepta hablar y dar la cara para las fotos. Prefiere que se
publique su nombre de “rol”. Su verdadero nombre es un juego de
palabras hermoso, pero muy poca gente lo conoce: ha pasado de-
masiado tiempo siendo Carolina.
Ella nació en San Vicente, en El Salvador. A su padre nunca lo cono-
ció, su madre murió cuando ella tenía nueve años. Se crío con sus
abuelos hasta que ellos murieron y se fue a vivir con su tía. A los 14
años la tía la trajo a Guatemala, le dijo que trabajaría como em-
pleada doméstica en una casa.
“Yo llegué allí y la noche que mi tía me llevó, la señora de la casa me
puso a lavar una pila llena de trastes. Que lavara, me dijo, y después
me fuera a un cuartito y que allí estaba la ropa que iba a usar. Le
dije: ¿para dormir? Y ella me dijo: No, ¿tu tía no te comentó algo de
lo que ibas a hacer aquí? Esto es un prostíbulo. Yo, gracias a Dios,
estudié a tercero básico y entendía el significado de las palabras. Yo
no he trabajado así. No lo has hecho, pero aquí lo vas a comenzar a
hacer. Yo tengo miedo, no se nada de eso. Vas a empezar y después
ya vas a ver como de repente hasta te va a gustar. Me bañé y me dio
una toalla. En el ropero está un par de zapatos que te vas a poner,
me había dicho. Cuando abrí el ropero estaba un hombre allí, era
un hombre ya grande, yo me asusté. Vine a sacar unos zapatos. No
vas a encontrar zapatos, me dijo. Quitate la toalla yo voy a ser tu
primer cliente. Pero si el consumismo está allá afuera. Vos aquí venís