Pz

P

/ De esclavas y de siervas: víctimas del crimen en Guatemala

17

indirectamente certificaba a las mujeres para tranquilidad de un cli-
ente o un patrón, que si se cumpliera la ley, serían delincuentes.
Un doble rasero en el que el Estado por un lado criminaliza, pero 
por otro deja estar. Y que, también, abandona en una calle oscura 
y desolada, en total vulnerabilidad, a las mujeres que por opción 
personal deciden prestar servicios sexuales.

Las cifras no coinciden entre instituciones cuyas responsabilidades 
se entrecruzan con  funcionarios desinformados. Esfuerzos evidentes 
en otros espacios –la Fiscalía, el Ministerio de Gobernación- al final 
son acciones asiladas. Con tareas pendientes en todos los aspectos 
de los Derechos Humanos, a ciegas, con contradicciones, el Estado 
intenta proteger a las mujeres. Pero el esfuerzo no alcanza y las con-
tinuas zancadillas que el Estado se da a sí mismo y que le da el cri-
men organizado siguen ensañándose contra las más vulnerables.

La vida no tan alegre

Carolina está cansada. Tiene la piel manchada y el pelo revuelto en 
un moño. Tiene los ojos color caramelo. Trae un bebé sujeto a la 
espalda. Estuvo haciendo cola en el centro de salud por varias horas. 
Hoy encuentra refugio en esta casa iluminada con techos altos y 
paredes blancas.

En un salón amplio, las trabajadoras sexuales aprenden a hacer arte-
sanías y bisutería. Reciben cursos de salud sexual y hacen terapias 
psicológicas y de autoestima. Se escucha  en uno de los salones a 
la capacitadora: “su cuerpo es su cuerpo”. Les plantean el trabajo 
sexual como una opción que deben tomar ellas y que han de ser 
conscientes de que nadie tiene derecho a explotarlas. Les hacen ver 
que tienen otras elecciones y que ellas deben decidir. Por la Orga-
nización de Mujeres en Superación (OMES) pasan decenas de mu-