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/ De esclavas y de siervas: víctimas del crimen en Guatemala
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indirectamente certificaba a las mujeres para tranquilidad de un cli-
ente o un patrón, que si se cumpliera la ley, serían delincuentes.
Un doble rasero en el que el Estado por un lado criminaliza, pero
por otro deja estar. Y que, también, abandona en una calle oscura
y desolada, en total vulnerabilidad, a las mujeres que por opción
personal deciden prestar servicios sexuales.
Las cifras no coinciden entre instituciones cuyas responsabilidades
se entrecruzan con funcionarios desinformados. Esfuerzos evidentes
en otros espacios –la Fiscalía, el Ministerio de Gobernación- al final
son acciones asiladas. Con tareas pendientes en todos los aspectos
de los Derechos Humanos, a ciegas, con contradicciones, el Estado
intenta proteger a las mujeres. Pero el esfuerzo no alcanza y las con-
tinuas zancadillas que el Estado se da a sí mismo y que le da el cri-
men organizado siguen ensañándose contra las más vulnerables.
La vida no tan alegre
Carolina está cansada. Tiene la piel manchada y el pelo revuelto en
un moño. Tiene los ojos color caramelo. Trae un bebé sujeto a la
espalda. Estuvo haciendo cola en el centro de salud por varias horas.
Hoy encuentra refugio en esta casa iluminada con techos altos y
paredes blancas.
En un salón amplio, las trabajadoras sexuales aprenden a hacer arte-
sanías y bisutería. Reciben cursos de salud sexual y hacen terapias
psicológicas y de autoestima. Se escucha en uno de los salones a
la capacitadora: “su cuerpo es su cuerpo”. Les plantean el trabajo
sexual como una opción que deben tomar ellas y que han de ser
conscientes de que nadie tiene derecho a explotarlas. Les hacen ver
que tienen otras elecciones y que ellas deben decidir. Por la Orga-
nización de Mujeres en Superación (OMES) pasan decenas de mu-