Alejandra Gutiérrez Valdizán /

Pz

P

14

control, especialmente si para buscar el rastro se ve de reojo y se 
busca sin querer encontrar. Guatemala, por ejemplo, es uno de los 
nueve países en el mundo en el que Hacienda no puede verificar si 
lo que los ciudadanos declaran que ganan es lo mismo que ingresan 
en su cuenta bancaria.

Esas esclavitudes tienen diferentes rostros y máscaras. No es nece-
sario tener encadenadas a las víctimas para que éstas no puedan 
liberarse. Hay grilletes más pesados y perversos: la pobreza, la nece-
sidad, la falta de oportunidades, el engaño, la violencia, el chantaje 
e incluso la manipulación emocional. ¿Cómo detectar y detener un 
delito que es como un pez bañado en mantequilla en una laguna de 
aceite turbio?

Lugares como la cantina sin nombre o los “night club”, en todos hay 
delitos; alguien está obteniendo beneficios económicos por la “uti-
lización” del cuerpo de otra persona. Es penado por la ley. Es decir, 
el delito de trata incluye al de explotación sexual y es allí donde 
se esconden todos esos lugares que hasta hace muy poco no eran 
considerados ilegales. La propia normalidad con que siguen funcio-
nando, la complicación de conseguir que las víctimas se reconozcan 
como tales y asuman que el patrón que las contrata y el “cliente” 
que paga por tener relaciones sexuales con ellas están delinquiendo; 
que la propia sociedad no entienda el por qué es ilegal que alguien 
utilice el cuerpo del otro para su propio beneficio; complican mucho 
más la persecución y las redes se fortalecen. Sí, en estos lugares ellas 
pueden salir y entrar, parecería que están por propia voluntad, pero 
se desconoce el hecho de que esa voluntad probablemente ha sido 
doblegada por otras circunstancias ajenas a estos espacios de rocolas 
y espejos.

En Guatemala, en 2009, la Comisión Nacional de la Adolescen-
cia y la Niñez (institución coordinada por entes estatales en las que