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/ De esclavas y de siervas: víctimas del crimen en Guatemala
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Decenas, cientos, de cantinas con el apelativo de cevichería, chich-
arronería, comedor, funcionan de formas similares en toda Guate-
mala. En otras zonas de la ciudad, con instalaciones más lujosas,
funcionan como “night clubs”, aunque para fines legales son lo mis-
mo. Con diferentes modalidades, todos están cometiendo un delito:
explotación sexual. Los métodos de coerción son variados.
Y es que las redes de trata y de explotación sexual están tejidas con
hilos invisibles. El delito es difícil de detectar, lo dicen los expertos,
los fiscales, los libros, lo dice la observación, las mismas víctimas a
veces no saben que lo son. Encontrar las dimensiones del crimen es
también complicado, imposible quizás. Han surgido alertas mun-
diales en los últimos años, abanderadas por Naciones Unidas, en las
que se asegura que el fenómeno es gigantesco, una red de traficantes
de esclavos se globaliza y miles ¿millones? de personas caen en ella.
La mayoría, mujeres y menores, son transportadas entre países o en
su mismo territorio, con engaños, por la fuerza, manipuladas.
Kevin Bales, autor de La nueva esclavitud en la economía global, se-
ñala como características fundamentales de la esclavitud moderna la
ausencia de propiedad legal sobre el esclavo, el coste de adquisición
bajo, la alta rentabilidad que obtiene el explotador, y el carácter
temporal del abuso, pues renueva las víctimas en lugar de obtener
provecho de las mismas durante décadas. Se afirma que después
del tráfico de drogas y de armas, la trata de personas es la actividad
ilegal más lucrativa del mundo.
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
(ONUDD) declaró que US$32 mil millones (Q250 mil millones) se
generan por el negocio cada año. Bales afirma que son 27 millones
de esclavos en el mundo –la mitad de ellos en la India–. Pero todo
son proyecciones. El dinero tiene esa habilidad para mimetizarse
con otros billetes más limpios, en sistemas bancarios sin demasiado