MARIO ROLANDO PAREDES ESCOBAR

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REVISTA ACADÉMICA ECO (16) : 79-83, ENERO / JUNIO 2017

de psicología a la economía para comprender las 
diversas dimensiones (emocional y racional) de la 
toma de decisiones. 

Dividido en trece capítulos, Las trampas del deseo 
muestra distintos principios de la economía 
conductual, todos soportados por experimentos 
científicos, en su mayoría realizados por Ariely y sus 
colegas. En ellos se explora lo más profundo de la 
mente humana y la forma en que diversos factores 
afectan el proceso de toma de decisiones. 

Capítulos seleccionados

El primer capítulo, La verdad de la relatividad 
explicapor qué todo es relativo y aborda un tema 
denominado arquitectura de la toma de decisiones, 
en donde, se asume que el consumidor tomará ciertas 
decisiones dependiendo de cómo sea presentada 
la información. Por ejemplo, en un restaurante, la 
mayoría de personas no seleccionará el plato más 
caro de la carta, es más probable que compren 
el segundo más caro, por lo tanto, el restaurante 
colocará un “señuelo” (el plato más caro) para que 
al realizar la comparación, los clientes seleccionen 
el segundo. Esto porque la mayoría de nosotros no 
sabemos lo que queremos hasta que lo vemos en un 
contexto. Que usted gane Q10 000 no es lo mismo si 
sus compañeros del mismo rango y funciones ganan 
Q 15 000, eso sí que lo podría molestar.

¿El precio de mercado es fijado por el equilibrio 
entre la oferta y la demanda? Este es un principio 
que aprenderá todo estudiante de un curso inicial 
de economía (tradicional).En el segundo capítulo, 
denominado La falacia de la oferta y la demanda, 
se presentan datos que harían reflexionar hasta 
a un experimentado economista. Esto porque el 
equilibrio mencionado se basa enla independencia 
de ambas fuerzas para fijar el precio en conjunto. 
En realidad, los consumidores somos, en muchas 
ocasiones, dependientes de la oferta para saber 
nuestra disposición a pagar por un producto. En 
el capítulo se examina la influencia del efecto 

principales contribuciones.

“ancla”2, que se basa en lo que el autor denomina 
“coherencia arbitraria”, que es nuestro sentido 
por ser consistentes con el precio inicial de alguna 
decisión que hemos tomado en una categoría de 
producto. Este puede ser el precio sugerido por 
el fabricante o un precio de referencia que se nos 
haya fijado.

En el capítulo seis se abordan temas de importancia 
para nuestro comportamiento diario, que pueden 
repercutir en el manejo de nuestro presupuesto, 
el tema tratado es la “desidia y el autocontrol”. 
Presentando múltiples datos y experimentos de 
cómo somos expertos en posponer las cosas, 
como entrega de informes o tareas. También 
somos así para controlar nuestros gastos, por lo 
tanto el autor propone una solución: si sabemos 
que tenemos problemas en este tema ¿por qué no 
establecer mecanismos externos que nos ayuden a 
tener el control? 

Ariely hace una propuesta a un banco del sistema 
estadounidense. Dado que no podemos controlar 
nuestro impulsos, imagine una tarjeta de crédito 
con control incorporado, una que ayude a ahorrar 
a los consumidores y pueda fijar límites de acuerdo 
a su capacidad de compra, por ejemplo, gastar en 
café no más de Q150 al mes, o en ropa no más de 
Q1 600 cada tres meses. El usuario fijaría los límites 
y cuando llegue al mismo, podría salir la tarjeta 
rechazada o enviar un correo a su pareja o madre 
para ponerlo en evidencia. Con este sistema los 
consumidores podrían ahorrar y gastar lo que su 
límite les permite. Sin embargo, a pesar de que Ariely 
hace la propuesta y persuade al banco para que se 
posicione como “el banco amigo” que se preocupa 
por los ahorros de los clientes, indica que por el 
momento la propuesta no ha sido aceptada. Puede 
ser por los billones de dólares que representan para 
los bancos esta falla en nuestro sistema de control.

¿Se considera usted una persona intachable, incapaz 
de hacer trampa en un examen? El antepenúltimo 
y penúltimo capítulo son dedicados a explorar el 

2 El autor introduce el efecto “ancla” con el concepto de 
“impronta” desarrollado por el etólogo Konrad Lorenz.