INNOVACIÓN Y ECONOMÍA : UNA RESEÑA
REVISTA ACADÉMICA ECO (14) : 45-58, JUNIO 2016, ISSN: 2312 - 3818
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1.3 El enfoque marginalista
La escuela de pensamiento marginalista, como
una escuela de pensamiento que responde al
pensamiento económico clásico, se mantuvo
lejos de definir el papel que la innovación o a las
mejoras en el proceso tecnológico jugaban dentro
del proceso de crecimiento económico, pero
aportaron elementos innovadores a la metodología
de la ciencia, principalmente con la introducción
de elementos más sofisticados de cálculo y un
análisis de corte más individual a diferencia de sus
predecesores.
Retomando uno de los temas esenciales de los
clásicos, el valor, los marginalistas sugirieron que
el precio de la producción no era determinado por
el valor del trabajo incluido en cada bien o servicio
producido, sino más bien con base en la percepción
que los consumidores tuvieran con respecto al
beneficio o utilidad que dicho bien o servicio pudiera
proporcionarles.
Con lo anterior, el valor percibido por parte del
consumidor no se mantendría constante sino
fluctuaría en función de la unidad adicional consumida
y al principio de saturación, privilegiándose así con
precios más altos a las primeras unidades consumidas
y en las circunstancias que llevan a dicho consumo,
dando como resultado a la utilidad marginal (el
beneficio por unidad adicional consumida) como
principal unidad de análisis.
A partir de estos postulados, pensadores como
Jevons, Menger, Walras y Clark, no consideraron
de forma explícita en su análisis el papel de los
mecanismos de mejora de los procesos productivos
y la incorporación de nuevos y mejores recursos
de capital, con excepción de este último autor que
logró brindar una mejor explicación acerca de los
determinantes de los salarios y de las ganancias en
función de la productividad marginal del trabajo
y la productividad marginal de la maquinaria y el
equipo (como bienes de capital).
1.4 El keynesianismo
De acuerdo con Olaya (2008), la propuesta de
Keynes para abordar la problemática de los ciclos
económicos como respuesta a la Gran Depresión
de los años 30, fue la predominante en las décadas
siguientes a la Segunda Guerra Mundial, siendo
precisamente el pensamiento keynesiano el que
consideraría en primera instancia el planteamiento
formal de la innovación como un aspecto relevante
dentro de la función de producción, aunque de forma
escueta y no propiamente con el reconocimiento
del término.
Siguiendo a Olaya (2008), Keynes concibió el
cambio tecnológico (un símil de la innovación como
se ha mencionado ya con anterioridad), únicamente
como un progreso técnico como parte de una
tendencia en el tiempo y sin establecer claramente
la relación que existía entre este progreso técnico,
la productividad y los cambios tecnológicos.
Lo anterior no resulta inesperado, si se tiene en
cuenta que de acuerdo con Galindo y Malgesini
(1994:4)
[…] cuando se hace referencia a la aportación
de Keynes dentro del ámbito económico,
los análisis se suelen centrar en su Teoría
General y además sólo en algunos aspectos
concretos de la misma (en especial en el
terreno fiscal y en el monetario). En cambio,
muy poca atención han merecido sus ideas
respecto a la teoría del crecimiento.
En general, la preocupación principal de Keynes
no estaba ligada con el problema del crecimiento
y sus determinantes (en donde la tecnología o
la innovación pudieron haber cobrado un papel
preponderante) sino más bien en los altos niveles de
desempleo generados a partir de la crisis que tuvo
que afrontar (Galindo y Malgesini, 1994).
No obstante, es precisamente a partir de la intención
de Keynes de relacionar los ciclos económicos con