ANDRÉS ROSALES VALDÉS

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REVISTA ACADÉMICA ECO (14) : 85-101, JUNIO 2016, ISSN: 2312 - 3818

impactará la innovación, las necesidades 
futuras, la forma de comunicación, la 
evaluación del proceso, etcétera. A todos 
estos factores se les llama “procesos 
intervinientes en las innovaciones” y según 
Havelock y Huberman (1980) debemos 
cuidar estos aspectos para aspirar al 
éxito de la innovación: administrativos 
(regulaciones, procedimientos, asignación 
de recursos, presión por resultados, entre 
otros); culturales (sociedad, organismos 
internacionales y nacionales, acreditadoras, 
padres de familia, empresas, asuntos 
religiosos, etcétera); políticos (leyes, 
normatividad relativa, sistema educativo, 
secretarías de estado); y pedagógicos-
formativos (práctica docente, proceso de 
enseñanza-aprendizaje, evaluaciones, 
acompañamiento, investigación, difusión, 
vinculación, etcétera).

Aunque podríamos suponer que en una 
institución educativa la cuestión pedagógica 
estaría por encima de las otras, lo cierto 
es que la pedagógica-formativa necesita 
forzosamente de las otras para hacer su 
tarea eficaz y eficientemente.

• Fin común. Es dotar a la institución de una 

visión compartida acerca de la dirección a la 
que se quiere ir y cuáles son las concepciones 
y los principios educativos que se promov-
erán. También tiene que ver con procesos 
que faciliten la comprensión, planificación, 
acción y reflexión conjunta acerca de qué se 
quiere hacer y cómo. Naturalmente, para 
que estos procesos sean efectivos, tienen 
que desarrollarse de manera colegiada. 

El fin común es entonces, tener una visión 
de futuro, es decir, enfrentar el futuro a 
partir de la clarificación de objetivos y 
la generación de consensos, donde los 
actores puedan promover una organización 
inteligente, con propuestas y creatividad, 
que estimulen la participación, así como la 
responsabilidad y el compromiso. 

• Personas. Las organizaciones no están 

sujetas a leyes universales, sino que son 
artefactos culturales, una realidad invent-
ada que depende de los significados y de 
las intenciones de las personas que están 
dentro de ellas. Debemos reconocer a los 
miembros de cualquier organización como 
actores políticos, y ello supone reconocer la 
complejidad y la incertidumbre y también 
supone dinámicas micropolíticas de reparto 
de poder, conflictos, negociaciones, coa-
liciones, etcétera. La micropolítica en las 
organizaciones educativas juega un pa-
pel primordial, para Bardisa significan “las 
estrategias por las cuales los individuos y 
grupos en contextos organizativos tratan 
de usar sus recursos de poder e influencia 
para conseguir sus intereses” (Bardisa Ruiz, 
1997), por tanto, debemos estar atentos a 
los grupos de poder (formales e informales) 
en la organización y su influencia en la con-
secución de los objetivos institucionales.

Es por ello que todo proceso de innovación 
contempla los procesos sucesivos de 
negociación comprometidos a lo largo 
de su desarrollo (Fierro E., 2005), es decir, 
es necesario empatar los intereses de los 
grupos de poder existentes y encaminarlos 
a un bien común institucional.

Las organizaciones abiertas al aprendizaje 
son capaces de encarar y resolver 
sistemáticamente problemas, generar 
nuevas aproximaciones y aprender a 
partir de la propia experiencia y de la de 
otros, cuestionarla, recuperarla y originar 
conocimiento para trasladarlo a sus 
prácticas. Este tipo de organizaciones tienen 
apertura al aprendizaje y a la innovación, 
que parte de la capacidad de los actores 
de innovar para alcanzar sus objetivos 
educacionales, romper inercias, barreras 
y temores, además de que favorezcan 
la claridad de metas y fundamentan la 
necesidad de transformación.