FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES
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su crecimiento económico (Banco Mundial, XIV.
Economic Development and the Risk of Global
Climate Change, 2000).
La inclinación parece dirigirse en crecer hoy y
conservar el medio ambiente mañana sin percatarse
que la cantidad de recursos no renovables es fija y de
los renovables es finita. En muchos casos, las tasas
de extracción de los recursos renovables superan la
capacidad de regeneración biológica de los mismos
y el flujo de residuos generados por los procesos de
producción y consumo supera en muchos casos la
capacidad asimilativa de los mismos por parte del
medio natural (Díaz y Romero, 2004). La economía
se enfrenta a una disyuntiva entre el presente y
futuro: cuanto más utilice hoy un recurso, menos
tendrá el día de mañana (Weil, 2006). La alternativa
de sacrificar el crecimiento económico por el medio
ambiente, es utópica.
Según el Banco Mundial (2014, pág. 95) Guatemala
cuenta con un 33.6 % de cobertura forestal y una alta
tasa de deforestación anual (promedio porcentual
2000-2010) comparada con el promedio de América
Latina y el Caribe, únicamente un 30.9 del total
están protegidas.
Es vital el admitir que existe escasez de dichos
recursos, con respecto a las demandas que la
sociedad ejerce sobre dicho entorno. ¿Cómo detener
la degradación de los ecosistemas, si nuestra
demanda de sus servicios es cada vez mayor? En
este sentido, la gestión óptima de la escasez del
medio natural requiere recurrir tanto, a la lógica
económica, como a la lógica ecológica para, de una
manera entrelazada, conseguir su gestión racional
y sostenible (Díaz y Romero, 2004). A medida que
resultan patentes los efectos del cambio climático,
como la alteración de los ciclos meteorológicos y
el aumento de la presión sobre los ecosistemas, la
gestión sostenible de esos recursos naturales será
cada vez más crucial (PNUMA, 2013). La cuestión
gira en torno a cómo lograr desarrollo sostenible.
La Comisión Mundial del Medio Ambiente y del
Desarrollo define el desarrollo sostenible como: “el
desarrollo que satisface las necesidades actuales
de las personas sin comprometer la capacidad de
las futuras generaciones para satisfacer las suyas”
(1992, pág. 1). El economista J. Hicks (1939),
citado en Gálvez (2011) había dado una definición
similar en la que reconocía que la sostenibilidad
solo será posible cuando la sociedad reconozca la
base natural como su principal fuente de ingresos
y solo tome de ella, las “tasas de interés”, a cierto
nivel tal, que la fuente de ingresos permanezca
indefinidamente. Esto implica que para establecer
la base de la sostenibilidad, es necesario y realista
responder a la necesidad de producción y consumo,
pero también al compromiso de establecer un
patrimonio ambiental, que permita satisfacer las
necesidades materiales de la población actual y las
futuras generaciones (Gálvez, 2011).
El presente ensayo se basa en las siguientes
premisas: el reconocer que los recursos ambientales
son recursos comunes y vitales para la vida, por
lo que darle regulación a su uso mediante las
instituciones es fundamental, tales como el Estado,
la propiedad privada y la propiedad comunal.
1.1. Recursos ecosistémicos, recursos
comunes
Comúnmente se olvida que las decisiones que
realizan los individuos dejan de ser privadas cuando
los bienes y servicios que utilizan son comunes (Weil,
2006). Un recurso común tiene dos características:
es rival y es no exclusivo. Es rival, porque el uso
que una persona hace de él disminuye la cantidad
disponible para alguien más. Es no exclusivo
debido a que nadie puede ser excluido de usarlo
o es muy costoso impedir que alguien disfrute de
sus beneficios (Parkin, 2013), como el caso de los
recursos hídricos.
El problema surge ya que no existen incentivos para
pagar un precio por su uso actual o su conservación.
Hardin afirma que “La tragedia de los comunes” es
la situación de sobreexplotación y agotamiento de
los recursos comunes ante la ausencia de incentivos