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El añil y la cochinilla

tinta hecha en unos panecillos cuadrados, no muy

grandes ni muy gruesos.......” En las investigaciones

efectuadas recientemente en El Salvador por el autor

del presente artículo se pudo observar la existencia

de las “matas silvestres por todos lados, de las cuales

sacaban la tinta en el tiempo de Antonio de Ciudad

Real y también varias pilas en que entonces se

elaboraba  el añil.

Sería Bernardino de Sahagún el que con toda certeza

dejara  muchas descripciones sobre el uso de añil

entre los indígenas en la época de la conquista

cuando escribía “La Historia General de las Cosas

de Nueva España” (12 tomos, 1569).  En el capítulo

XI, del Libro XI, que trata “De los colores de todas

maneras”, dice: “Hay una yerba en las tierras

calientes que se llama xiuhquilitl, majan esta yerba

y exprímenle el zumo, y échanlo en unos vasos; allí

se seca o se cuaja. Con este color se tiñe lo azul

obscuro resplandeciente, es color preciado”.  La

palabra “xiuhquilitl” que en náhuatl  significa “hierba

de azul” o “hierba que produce azul” es una planta

de añil de origen del Nuevo Continente, utilizada

desde la época prehispánica.  En Centroamérica se

le llama popularmente, como ya se ha mencionado

antes, Jiquilite que es una corrupción de la palabra

náhuatl “Xiuhquilitl”.

Sahagún, en el capítulo XXI del Libro X, “De los

que venden colores” en el mercado dice: “.....y los

colores que vende son de todo género, a saber los

colores secos y  molidos, la grana, amarillo y azul

claro, la greda, el cisco de teas, cardenillo, alumbre,

y el ungüento amarillo que se llama axin y el

chapopotli mezclado con este ungüento amarillo

que se llama tzictli y el almagre.  Vende también

cosas olorosas como son las especies aromáticas;

vende también cosillas de medicinas, como es la

cola del animalejo tlaquatzín, y  muchas yerbas y

raíces de diversas especies; a más de todo lo dicho

vende también el betún que es como pez, el incienso

blanco, agallas para hacer tinta, y la cebadilla

(Schoenocaulon officinale, Schlecht cham), panes

de azul, aceche y  margagita”.

Según esta descripción, se vendían las medicinas y

los colorantes en el mismo lugar, lo cual indica que

los nativos los consideraban que sustancialmente

eran los mismos.  También es sumamente  interesante

conocer que se vendían junto a los colorantes (el

cisco de teas, cardenillo), los fijadores para

impermeabilizar o revestir la superficie (axin y el

chapopotli mezclado con el ungüento amarillo que

se llama tzictli), y los mordientes, o sea metal o sal

metálica  (alumbre, almagre, aceche y margarita).

Pero lo que  más atención llama en esta relación es

“pan de azul”.  La palabra “pan” aparece en muchas

relaciones españolas de aquella época y significaba

la  masa sólida, de la cual se supone que el “pan de

azul” era el añil en esa forma.

En el siguiente capítulo de “los tintoreros”, Sahagún

menciona; “El que es tintorero tiene por oficio el

teñir la lana con diversos colores, y a las veces con

colores deslavados y falsos; la lana que vende es

bien teñida y dale buen punto, y tiñe de diversos

colores, amarillo, verde, leonado, morado, verde

obscuro, verde claro, verde fino, encarnado, con los

cuales colores tiñe  lana”. Esta nota nos confirma

que existía el oficio de tintorero entre los nativos

de aquel tiempo.

La lana de oveja y de chivo, animales del Viejo

Continente, posiblemente ya habían sido  introducida

al Nuevo Continente cuando el padre Sahagún

escribió  la crónica, pero la lana de conejo existía

desde la época prehispánica y se llamaba Tochomite,

con el que también se designaba  al hilo compuesto

de esta lana con el algodón.  En México aún hoy

día se usan los hilos Tochomite y los tiñen de varios

colores para después tejer las cintas de cabello y

otras prendas de indumentaria.  La variedad de

colores que menciona Sahagún fue conseguida

posiblemente por la naturaleza de  la  lana, que es

mucho más teñible que las fibras vegetales.  En

cuanto a las 3 clases de “verde” mencionadas en

esta versión, se estima que tiñeron el material primero

con amarillo y luego con azul de añil, pues un

colorante natural muy rara vez tiñe de verde por sí

mismo.

Seguidamente, en el capítulo XXV, “Las que

embarran la cabeza”, cuenta Sahagún; “La que

embarra las cabezas”, con unas hierbas llamadas

Xiuhquilitl,  que son buenas contra las enfermedades

de la cabeza, tiene por oficio buscar el barro negro

y traerlo al tiánguez para ponerlo en la cabeza a los

que lo quieren, y echar encima las yerbas, siendo

molidas y mezcladas con las hojas de un árbol que

se dice huixochi, y con la corteza llamada