77
que lo único que podía decir que era cierto era que
él defendía la amnistía y que no hubo genocidio,
pero que eso era algo que en última instancia re-
solverían los tribunales. Después repitió uno por
uno los argumentos que había proferido en aquella
cita: la amnistía, la reconciliación, el modelo sud-
africano…
“Los intentos de evadir los efectos y los alcan-
ces de la amnistía”, me dijo, “en nada ayudan a la
reconciliación nacional. En eso creo, lo creo fir-
memente y lo defiendo”. Y después concluyó, con
calma y comprensión: “No ataco ni defiendo por
ello a ninguna persona. Defiendo eso, porque creo
firmemente lo que negocié en la mesa. Que me
individualicen a quién ataco o a quién defiendo
está absolutamente fuera de orden.”
***
“¡Qué carrera única, realizada casi sin des-
canso por este hombre que cojeaba de una pier-
na!”
Talleyrand revolucionario, de Louis Madelin.
***