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“A él le basta con enterarse de la cosa, con te-
ner influencia, con ser él quien manda verdadera-
mente sobre quien tiene la apariencia de mando, y,
sin exponer su persona, hacer el juego emocionan-
te, el juego tremendo de la política”.
Fouché, el genio tenebroso, de Stefan Zweig.
***
Arenales no recuerda si él fue verdaderamente el
protagonista invisible de la anécdota, y tampoco
Mauricio López Bonilla, el visible, pero así me lo
aseguró Francisco Beltranena y todos están de
acuerdo con que sirve para ilustrar el ingenio del
abogado y su proceder en Ginebra. Los condeco-
rados fueron López Bonilla y Francisco Ortega
Menaldo, un general clave en la guerra sucia. El
ejército los felicitaba por haber dado un golpe de
efecto.
Eran los años ochenta, cuando viajaban a de-
fender al Estado ante la Comisión de Derechos
Humanos de la ONU y les parecía un hueso duro
de roer. A menudo se presentaban allí denuncias
por desapariciones de personas en Guatemala, y el
listado resultaba tan largo que causaba sensación.
Arenales, al parecer, dijo un día que había cosas