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conadamente enfrentados–, y quizá era su gran
intelectual orgánico activo.
–Más vale saber en qué anda.
Sugirió un perfil.
El tema, pensé, se prestaba muy bien para des-
cribir a una clase de hombre, a una entera clase
social.
El tema, pensé yo, subrayó Martín, era un tema
que encajaba en uno de los objetivos con los que
un año antes habíamos fundado Plaza Pública: pre-
tendíamos esforzarnos por meter al periodismo allí
donde desde hacía años casi solo entraba la aca-
demia –y casi no: a investigar e interpretar de una
manera más crítica que panegirista el pensamiento,
las estrategias y los procedimientos del establish-
ment económico y sus incestuosas relaciones con
la política. Y sus ideologías: esas que la oligarquía
y los liberales neo tienden a decir que ellos no tie-
nen: que todo es puro sentido común. Empezar
también a hablar de economía política.
Martín preguntó ¿entonces lo hacés?
Y yo, sí, lo hago.
–Pero en serio lo hacés…
Y yo que sí.
–Lo hago. Me interesa…