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timas que no es cumplido porque el dinero nunca
les llega a ellas. A Arenales Forno le torturaba
también la idea de que el trabajo que hacía la di-
rección de Archivos de la Paz, montada por Blan-
co, pudiera tener repercusiones penales en contra
de los militares en un momento en que el alcance
de la amnistía –me dijo– está en duda. Y por eso lo
desmanteló.
Estaba convencido de que allí se hacían inves-
tigaciones judiciales y me comentó, un tanto desa-
fiante: “Si Orlando Blanco afirma que no se está
haciendo investigación judicial, entonces ¿de qué
me acusa? ¿Qué investigación estoy parando?”. El
asunto, tal y como él lo interpretaba, no era algo de
su competencia. Era tarea exclusivamente del Mi-
nisterio Público (MP).
Luego, me dio un ejemplo (“sobre el Diario
Militar hay investigaciones en el Ministerio Públi-
co, y en los juzgados, y hay un proceso en la Corte
Interamericana”) y dijo que la ley de reconcilia-
ción y la amnistía tenían un objetivo: el cese de las
hostilidades. “Eso es lo que yo defiendo. Cuando
negociamos en la mesa de negociaciones, ¿usted
cree que se hubiera firmado la paz si yo digo en la
mesa: “miren, vamos a emitir una amnistía para la
insurgencia, y procesos contra el ejército? Enton-